Ganar 7 veces consecutivas una carrera tiene un mérito enorme. Requiere estar 7 años a un excelente nivel, a poco que la carrera en cuestión tenga una cierta competitividad. Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de 7 consecutivas, son las 7 victorias de Lance Armstrong en el Tour. Huelga decir el extraordinario suceso que supone esa marca establecida por el estadounidense. Pero si estamos en estas fechas del año, seguramente también reparemos en que Sean Kelly, en los años ochenta, logró encadenar una racha tan espectacular como complicada de establecer en su carrera fetiche, la Paris-Niza. Sin duda, una carrera menor que el Tour. Pero dos handicaps hacen las victorias de Kelly aún más meritorias. El primero es que el irlandés no centraba sus temporadas ni mucho menos en la Paris-Niza. Para él era uno de los objetivos del calendario, pero a la par que citas tan diversas como la Paris-Roubaix, la Vuelta, el Tour, el Giro de Lombardía, etc. Vamos, que Kelly salía a ganarlo todo, durante todo el año. El segundo handicap es que en una carrera de más o menos una semana, como es ésta, hay muy poco margen de reacción. Si te equivocas un día, has perdido la carrera. Si dejas coger demasiada ventaja a un adversario, lo mismo. Si consientes una escapada de alguien desconocido, puede que hayas renunciado a tus opciones. En resumen: lograr lo que consiguió Kelly es una auténtica proeza, que merece que la repasemos en los siguientes párrafos. Vamos a ir viendo cómo el irlandés supo solucionar año tras año los problemas con los que se fue encontrando, y cómo consiguió que la Paris-Niza fuera 7 temporadas seguidas su coto cerrado. Lo dicho, una verdadera hazaña.
Tras la victoria en 1981 de un jovencito irlandés, Stephen Roche, que se destapó para el ciclismo continental en esa Paris-Niza, en el 82 sería el turno de que un sprinter del mismo país, Sean Kelly, asombrara llevándose la carrera hacia el sol. Tras el prólogo que ganó el especialista Oosterbosch, en la primera etapa saltó la sorpresa: el joven y desconocido Chaurin, compañero de equipo de Kelly en el Sem, ganaba merced a una fuga y se ponía líder con más de 5 minutos de ventaja. ¿Resistiría?
En la siguiente etapa, ganada por un combativo Nilsson, Kelly empezaba a dar muestras de su forma al quedar segundo. Al día siguiente, en Saint Ettiene, dio el golpe de mano. Los Peugeot, que tenían un equipazo en carrera (Roche, Duclos-Lasalle, Anderson, Simon y Laurent) montaron una gran batalla que hundió al líder Chaurin. Pero Kelly resistió y se impuso en el sprint del selecto grupo que llegó a meta. Dos días después vuelve a ganar por delante de Gilbert Duclos-Lasalle, que parece el favorito para vencer la carrera, tras eliminar de la lucha a Zoetemelk, que tenía la cronoescalada a Eze del último día para imponer su ley. El penúltimo día, en Mandelieu, Gilbert le roba 5 segundos a Kelly tras arriesgar en el descenso de Tanneron y se pone líder. Todo parece indicar que el corredor de Peugeot tiene la carrera encarrilada, pues entre el irlandés y él se jugarán la victoria el último día.
Pero ese último día salió toda la clase de Kelly. Se impuso tanto en el sector matinal al sprint como en la cronoescalada al col d´Eze de la tarde, robando la victoria de etapa a un Alberto Fernandez en gran forma (había ganado pocas fechas antes la cronoescalada del Tour del Mediterráneo). Duclos-Lasalle era 5º a 44 segundos, con lo que bajaba al segundo cajón del podio, por delante de Vandenbroucke. Kelly se había llevado su primera Paris-Niza a los grande.
En el 83 el prólogo es para Vanderaerden, que ese año entró en la escena ciclista de forma fulgurante. Kelly es segundo, pero en la primera etapa se ve involucrado en una caída a un kilómetro de meta y pierde 48 segundos. Las cosas se complican mucho para reeditar el triunfo del año anterior. Para resarcirse, en la tercera etapa se adjudica el primer sector al sprint. El segundo sector, una crono por equipos, es ganado por el Aernoudt del líder Vanderaerden, mientras que el Sem de Kelly es tercero a 23 segundos. Al día siguiente Kelly vuelve a ganar, en el sprint de un reducido grupo donde no aguanta Vanderaerden. El veterano Zoetemelk coge el liderato, pero el Sem está al acecho: el suizo Grezet es tercero a 9 segundos, el holandés Rooks cuarto a 20 y el irlandés Kelly quinto a 41. Entre los 3 pueden ponerle las cosas difíciles al líder, aunque éste cuenta con la ayuda de su compañero Laurent, que es segundo. Pero el penúltimo día, Kelly le da la vuelta a la tostada. Con una gran fuga consigue arrancar suficiente ventaja a Zoetemelk para ponerse líder, aunque solo con 8 segundos sobre el holandés. Joop parecía el favorito de cara a la cronoescalada final en el Col d´Eze, pero Kelly demostró que la etapa le iba como un guante, ganando y dejando sentenciada su segunda Paris-Niza. Sus lugartenientes de lujo, Grezet y Rooks, le acompañaron en el recital, puesto que quedaron segundo y tercero en la etapa y en la general, sacando a Zoetemelk del podio y logrando un triplete espectacular para el Sem.
En 1984 la novedad la representaba uno de los participantes: Hinault, ausente los últimos años debido al rechazo de Renault a correr la Paris-Niza, había cambiado de equipo y por consiguiente participaba en la tercera ronda por etapas de Francia en importancia. Los primeros días el desarrollo fue el habitual, con el prólogo ganado de nuevo por un especialista (en este caso Oosterbosch, que repetía dos años después), Kelly ganando el primer sprint y el Panasonic arrasando en la crono por equipos y dejando a sus corredores en los primeros puestos de la general. El Skil de Kelly era cuarto a 1:13. Pero con el Ventoux en el recorrido, parecía difícil que los rodadores holandeses mantuvieran el liderato. Y así fue. Caritoux se impuso en el "monte pelado" y Millar, segundo en la etapa, se hacía con el maillot blanco de líder. El grupito de favoritos, con Kelly, Roche, Dietzen y Laurent llegaba a medio minuto de los primeros, mientras
Hinault cedía 15 segundos más que ellos. Al día siguiente el bretón quiso reventar la carrera y atacó con saña, pero de repente se encontró con un grupo de manifestantes que querían cortar el paso de los corredores. Hinault, genio y figura, se lió a tortas con ellos. La etapa, que podía haber sido terrible, acabó simplemente con la claudicación de Millar, que cedió el primer puesto a Kelly. El irlandés solo se tenía que preocupar de Hinault, tercero en la general, y de su compatriota Roche, segundo. El penúltimo día estos dos corredores se lo pusieron difícil, pero Sean resistió bravamente, cediendo tan solo ante Roche, ganador de la etapa. El último día, con la tradicional cronoescalada al Col D´Eze, tan solo 11 segundos les separaban. Pero Kelly volvió a llevarse la etapa y la general, por tercer año consecutivo. Solo Merckx antes que él lo había logrado. Por delante de él solo quedaba el record de 5 victorias (no consecutivas) de Anquetil. El irlandés estuvo intratable esa primavera, sumando a la carrera francesa las victorias en Paris-Roubaix, Lieja, Criterium Internacional y Vuelta al País Vasco.
En 1985 la novedad en la línea de salida era el Renault del nuevo dominador del panorama mundial, Laurent Fignon. Pero quien permanecía inalterable era Sean Kelly. El irlandés falló en el prólogo, donde solo pudo ser 15º. El australiano Alan Peiper se hacía con el primer liderato, dejando sin una nueva victoria a Oosterbosch, que tuvo que conformarse con la segunda posición. En la primera etapa, Panasonic arrasa en el sprint, colocando a los hermanos Planckaert (Eddy y Walter) por delante de Kelly. El irlandés estaba en todos los fregados. Al día siguiente, cambio de líder: Oosterbosch arrebataba el maillot blanco a Peiper, merced a una escapada junto a Madiot y Pirard. La etapa, sin embargo, se escapó a los dos holandeses, puesto que fue para Madiot.
Eddy, el menor de los Planckaert, volvió a dejar con la miel en los labios a Kelly en la etapa de Saint Ettiene. En una bonita etapa por el trazado de media montaña de la misma, el líder se jugó la carrera valientemente. Atacó para abrir hueco con sus perseguidores en la general, y solo fue cazado a 4 kilómetros de meta. Pero se había desfondado, por lo que no consiguió entrar con los de cabeza y Peiper recuperó el liderato. Pero al día siguiente la crono por equipos volvió a ser uno de los jueces de la carrera. El Skil de Kelly quedó 2º a solo 8 segundos del Panasonic de Phil Anderson. El resto quedaron a un mundo, siendo La Redoute de Roche el tercero a 52 segundos. Teniendo en cuenta que no se computaban los tiempos de la etapa, sino que se daban bonificaciones dependiendo del puesto, Kelly solo arrebataba 20 segundos a Roche, mientras perdía otros 20 con Anderson. Con lo cual, el australiano sacaba 23 segundos al jefe de filas del Skil y 38 al de La Redoute. Pero ninguno de ellos se quedaba el
liderato, merced a la semietapa que se había disputado esa misma mañana, con llegaba a Bedoin previo paso por el Ventoux. Los franceses Pelier y Vichot, gregarios de Kelly, se fugaban con Mottet. La victoria y el liderato era para el primero, quedando Vichot el segundo a 10 segundos. Skil volvía a tener un año más la carrera maniatada.
Pero etapa a etapa iba perdiendo peones. Al día siguiente, Pelier perdía 6 minutos y su privilegiada posición en la general. El maillot pasaba a las espaldas de su compañero Vichot, tras esta etapa ganada por Oosterbosch y en la que Fignon debió retirarse por molestias en el tendón de Aquiles. La maldición que perseguiría al parisino durante los siguientes años empezaba a manifestarse.
En la penúltima etapa se impuso el español Pedro Muñoz aprovechando el ascenso a Tanneron previo a la llegada a Mandelieu. Kelly y Anderson seguían limando tiempo al líder, hasta ponerse a 45 y 32 segundos respectivamente. En la etapa final, por la mañana, Mottet consiguió lo que el día de Bedoin se le había negado. Incluso fue líder virtual, pero los Skil realizaron un gran trabajo para conservar el liderato. Kelly quedó tercero, solo superado por Van Poppel en el sprint. Por la tarde, Anderson no soportó el duelo, quedando 6º a 1:11 del ganador, que no fue Kelly sino otro irlandés, Stephen Roche. Por solo 1 segundo impidió a Sean repetir lo hecho los 3 años anteriores: etapa final y liderato. Pese a no ganar ninguna etapa en esta edición, Kelly se hacía con su cuarta Paris-Niza. En el podio final iba a estar acompañado por Roche, gracias a su gran ascensión al Col d´Eze, y por su compañero Vichot, al que Phil Anderson no consiguió superar.
En la edición de 1986, muy montañosa (tenía llegadas al Ventoux a la altura de Chalet Reynard, el Mont Faron y la cronoescalada al Col d´Eze, además de la etapa del Tanneron) fue un auténtico recital de Kelly. El nuevo jefe de filas del Kas igualó la marca de 5 victorias de Anquetil, pero lo hizo a lo grande. Fue líder desde el primer al último día, ganó 3 etapas, quedó segundo en otras 4, se llevó el maillot de la montaña, el de la regularidad y logró una diferencia enorme sobre sus acompañantes en el podio. Simplemente impresionante. La carrera comenzó con un prólogo que esta vez sí se llevó el irlandés por delante del sempiterno Oosterbosch. Tras dos sprints ganados por el francés Wotjinek, Kelly se impuso al sprint en la tercera etapa por delante del cántabro Alfonso Gutierrez. Al día siguiente, por la mañana, Van Lancker se imponía en el Chalet Reynard gracias a una escapada. Por detrás Zimmermann se mostraba como el más fuerte, sacando medio minuto a Kelly, Caritoux, Simon y Mottet. Lemond y Bernard pinchaban al perder en meta más de 40 segundos. Por la tarde, victoria para Peugeot por delante de La Vie Claire y Kas. Pero, debido al sistema de cronometraje, en la general solo se veían reflejadas las bonificaciones que el equipo de Simon le había sacado al de Kelly. Al día siguiente, nuevo recital del irlandés en el Mont Faron. En la corta subida final marcó el ritmo a todos sus rivales, descolgando incluso a Simon en el último kilómetro.
Solo un ataque de Pedro Muñoz, que de vez en cuando sacaba a pasear su clase, le impidió llevarse la etapa. Con Simon descolgado, los rivales pasaban a ser Zimmermann y Lemond, pero estaban a 1 minuto de diferencia de un Kelly que se mostraba intratable. El penúltimo día volvió a demostrar que estaba claramente por encima de los demás. Se impuso en el sprint del pelotón, y solo una escapada del danés Pedersen le impidió anotarse la etapa. El último día por la mañana se produjo la gran sorpresa de que el cántabro Alfonso Gutierrez adelantó a Kelly en el sprint. Pero por la tarde Sean volvió a maravillar, ganando la cronoescalada con 14 segundos sobre Bernard, medio minuto sobre Zimmermann y un minuto sobre Lemond. Estos dos últimos le acompañarían en el podio, pero Kelly había demostrado que en esa edición fue el amo y señor absoluto. Días después se impondría en la Milán Sanremo y continuaría su primavera triunfal ganando la Roubaix y la Vuelta al País Vasco.
Si en el 86 la Paris-Niza fue un monólogo de Kelly, es justo decir que en 1987 el líder del Kas no fue el mejor corredor de la carrera. Sin embargo, acabó ganándola. Tras un prólogo ganado por Vandenbroucke, en la crono por equipos Carrera tuvo una actuación sensacional y dejó a sus dos líderes, Zimmermann y Roche, en inmejorables condiciones. Sobre todo este último, que venía de una lesión el año anterior y en este inicio de temporada parecía que se empezaba a recuperar, tras ganar en la Vuelta a Valencia. Roche se ponía líder, dejando a Kelly a 41 segundos. Se complicaban las opciones del pentacampeón de la carrera. Kelly comenzó pronto a arañar bonificaciones siendo 2º en la siguiente etapa. Y en el Mont Ventoux demostró que estaba fuerte. Se impuso en la línea de meta a Stephen Roche. El tercer hombre fuerte del día, Pensec, tenía la mala suerte de salírsele la cadena justo cuando se iniciaba el sprint. El duelo de irlandeses estaba servido, puesto que se quedaban liderando la clasificación, con la única amenaza de Fignon: estaba a 48 segundos del líder Roche y a 17 de Kelly, pero había perdido comba en la dura ascensión. Mala señal.
Las emociones no paraban en esta edición. Al día siguiente, en la llegada al Mont Faron, cambio de líder. Bernard protagonizaba una de sus grandes actuaciones, escapándose en el penúltimo puerto y llegando en solitario a meta y haciendose con el liderato. Mientras Roche y Kelly se vigilaban por detrás, llegando juntos a meta, el líder de La Vie Claire tomaba 45 segundos al corredor del Carrera y 1:14 al ganador de los últimos 5 años. La Paris-Niza 87 parecía vista para sentencia. Pero al día siguiente, de nuevo se produjo un vuelco en la general. Los 3 rivales de Bernard se unieron y dieron un golpe de mano, distanciando en el terreno ondulado de la etapa al líder, que entraría en meta a 2 minutos de Fignon, que se imponía en el sprint del pequeño grupo de elegidos. Prácticamente un anticipo de lo que pasaría meses después en el Tour. Así pues, Roche recuperaba el liderato con 24 segundos sobre Kelly y 37 sobre Fignon. Todo parecía que se jugaría en la cronoescalada del sector
vespertino, pero viendo el estado de Roche parecía complicada una sexta victoria de Kelly. Sin embargo, la clave de la carrera estuvo en el sector matutino. En el descenso del Col de Vence, el líder pincha. La tardanza en reparar el pinchazo provoca que por delante se pongan de acuerdo y no consiga contactar. En meta, Roche ha perdido 2 minutos y la carrera. De nada le sirve que por la tarde demuestre ser el más fuerte, imponiéndose en la cronoescalada. A Kelly le basta con controlar a Fignon, que falla estrepitosamente, perdiendo incluso el segundo puesto del podio a manos de Bernard. Roche es cuarto, pese a haber sido el más fuerte de una carrera llena de alternativas y donde la emoción fue continua.
La edición de 1988 se inició convulsa, en parte por la decisión de la organización de programar una Challenge inicial por equipos (pero divididos en dos grupos, de 4 y 5 corredores respectivamente) que no contaba para la general y que ganó Toshiba, y por otro lado por los dimes y diretes de Stephen Roche, que tomó la salida en esa Challenge de 6 km pero que no disputó el resto de la carrera, afectado por los problemas en la rodilla que le dejarían en el dique seco la mayoría de ese 1988 infausto para él. Mientras todo eso se producía, en carrera Sean Yates conseguía la victoria y el liderato en la primera etapa, merced a una escapada en solitario que le reportaba más de 2 minutos de ventaja. En la tercera etapa, con final en el Mont Faron, Kelly daba un nuevo golpe de mano. Quedó segundo, por detrás de un Andy Hampsten superviviente de una escapada. A rueda del irlandés solo aguantaron Simon, Pensec y Gorospe. Todos en buena forma, pero no parecía que tuvieran la suficiente entidad para inquietar al irlandés, que se quedó a solo 5 segundos del liderato de Yates. Al día siguiente lo conseguiría, puesto que en el ondulado camino a Saint Tropez Yates se descolgaba. La parte difícil del trabajo ya estaba hecha, y Kelly se limitó a c
ontrolar los ataques enrabietados de los Systeme U de Simon y Fignon y a rematar en el Col d´Eze, donde volvía a ganar con 2 segundos de ventaja sobre Pensec. Gorospe, tercero en la cronoescalada, acababa también tercero en la general, siendo el segundo español tras Ocaña que lo conseguía. 2 meses después Kelly ganaría la Vuelta a España, su única gran ronda por etapas.
Los años siguientes Kelly cambiaría la Paris-Niza por la Tirreno-Adriático, carrera coincidente en fechas y en la que su nuevo equipo, el PDM, tenía más intereses. Induráin emergió con dos victorias consecutivas en la carrera francesa, anticipo del dominio que llegaría en la primera mitad de los años noventa. Pero el record del irlandés ya estaba marcado. La impresionante racha de 7 victorias había sido establecida por Sean Kelly. Kelly fue muchísimo más que simplemente el heptacampeón de la Paris-Niza. Ganó numerosas pruebas, muchas de ellas de enorme prestigio. Hizo temporadas memorables, ganando desde marzo hasta octubre prácticamente todo, algo solo repetido posteriormente por Laurent Jalabert. Se atrevió con retos que parecían imposibles inicialmente y los consiguió todos menos dos: el podio del Tour y el Campeonato del Mundo. Pero estas victorias en la Paris-Niza no son sino otro dato más por el que pasar a la historia como uno de los más grandes de este deporte.