domingo, 26 de octubre de 2008

El mito del Mont Ventoux

Jueves 13 de julio de 1967. El Tour está ascendiendo la 13ª etapa, con final en Carpentras. Un Tour de Francia notable por varios aspectos, como el regreso de las selecciones nacionales en lugar de las marcas comerciales, o la introducción del prólogo por primera vez en la carrera francesa, curiosamente ganado por el irundarra Jose Mª Errandonea. El favorito en la salida era Poulidor, pero una caída en los Vosgos le hace llegar a esta etapa sin opciones y trabajando para el líder y finalmente ganador del Tour, el también francés Pingeon. Sus máximos rivales son Julio Jiménez (el dominador de la montaña ese año y segundo en París) y Felice Gimondi (víctima de un desfallecimiento en los Pirineos que le sacará del podio).

Pero volvamos a esta 13ª etapa. La gran dificultad del día es la subida al "Gigante de la Provenza", el Mont Ventoux. El calor aprieta con dureza en la parte superior de la montaña, aquella que pasado el Chalet Reynard muestra la superficie sin vegetación del coloso, conviertiendo la zona en un paisaje lunar. Julio Jiménez ha lanzado un ataque que le despega del grupo de favoritos y que le hará pasar en primera posición por la cima. Por detrás, la selección francesa marca el ritmo, y del grupo de favoritos se empieza a descolgar un ciclista de la selección británica. Es ni más ni menos que Tom Simpson, primer británico en ganar el Campeonato del Mundo y primero también en portar el maillot amarillo del Tour. Pero no es un simple descolgado. El corredor empieza a hacer eses en la carretera. Cada vez más pronunciadas. Sus movimientos le hacen ir de un lado a otro de la calzada. Hasta que finalmente tiene que parar. Un grupo de aficionados se abalanza sobre él. Todo lo que pide el inglés es que le dejen continuar. Los espectadores tratan de ayudarle para que siga dando pedaladas. Pero es inútil. Apenas unos metros más adelante, cuando aún sigue rodeado de gente que trata de que avance, sus piernas dicen basta. Deja de dar pedales. Es el fin. Cada vez más encorvado sobre la bicicleta, los aficionados le recuestan sobre el suelo, a un lado de la carretera. Intentos de reanimación. Los médicos llegan para ayudar. Desconcierto. Al poco rato, un helicóptero aterriza en la falda del Mont Ventoux y rápidamente vuelve a ascender camino de Avignon, evacuando el cuerpo de Tom Simpson. Minutos después, 17:40 horas, el Hospital de Avignon da el parte: Tom Simpson ha muerto.

El Mont Ventoux se acaba de cobrar una víctima, el corredor cuyo nombre y leyenda quedarán asociados para siempre al "Gigante Pelado". Poco importa que, en el largo descenso, el grupo de favoritos diera caza a Jiménez y que en Carpentras la victoria de etapa fuera para Janssen. La caravana del Tour estaba conmocionada. Las noticias se extendieron con celeridad: a Simpson se le encontraron anfetaminas en los bolsillos de su maillot. La combinación de éstas con el alcohol que supuestamente había ingerido previamente, el esfuerzo realizado por el británico y el excesivo calor que se sufría esa tarde, le provocaron una deshidratación y finalmente su fallecimiento. Los máximos responsables del Tour, Félix Lévitan y Jacques Goddet, dan una conferencia en la que abogan por que este hecho luctuoso sirva para eliminar el uso de drogas como las anfetaminas en las carreras. Los ciclistas piden la suspensión de la etapa del día siguiente, que acaba corriéndose, pero con la victoria pactada del también británico Barry Hoban. Al funeral solo acudirá un ciclista, un joven belga compañero de equipo de Simpson en Peugeot: Eddy Merckx. El Tour del 67 acabará con la victoria de Pingeon, pero con el recuerdo asociado de la muerte de Tom Simpson. Y el Ventoux, ¿cargará para siempre con ese recuerdo?

El Mont Ventoux se encuentra en la región de la Provenza. Orográficamente encuadrado en los Alpes, siempre se le ha considerado aparte, debido a su soledad. No hay otras dificultades de su magnitud en los alrededores. Eso ya nos da una primera pista para adivinar de donde viene su mito. "El Gigante de la Provenza" es un sobrenombre que le identifica muy bien.
Tiene un nombre que nos da más pinceladas de su particularidad. Ventoux viene de "ventoso", debido al mistral, que azota su cima en numerosas ocasiones y provoca que el viento sea uno de los factores decisivos cada vez que una carrera ciclista sube hasta su cumbre. Su aspecto lunar, puesto que la parte más alta de la ascensión (a partir de Chalet Reynard) carece de vegetación, le ha valido otro de sus sobrenombres: "El Monte Pelado". Esta falta de vegetación se debe a las talas masivas realizadas durante la Edad Media. Por último, las reseñas históricas indican que Petrarca fue el primero en subir al Ventoux y dejar constancia escrita de ello.

Así pues, nos encontramos ya con numerosas particularidades de este monte mítico, que lo hacen único. ¿Y en el mundillo ciclista? ¿Por qué tiene esa enorme fama, aparte de por el suceso que inicia esta entrada del blog?

El Mont Ventoux, curiosamente, se ha ascendido muy pocas veces en comparación a otros colosos míticos del Tour. Solamente en 13 ocasiones. Pese a tener 3 vertientes, la de Bedoin (22 km de subida al 7,6%) es la más famosa, puesto que se ha subido siempre por ella, excepto la primera ocasión, que se subió por Malaucène. Veamos ahora cuales han sido los grandes momentos de la tormentosa relación entre el Ventoux y el Tour de Francia.

La primera ocasión, como ya indicamos, fue por Malaucène en el 1951. Lazaridès coronó el Ventoux en primera posición, aunque la etapa sería ganada por Bobet. Al año siguiente se repetía la subida, pero esta vez por la vertiente que se asentaría como definitiva, la de Bedoin. Robic coronaría y se llevaría la etapa, en un Tour dominado por Coppi de principio a fin. En el 55, Bobet volvería a llevarse la etapa del Ventoux, esta vez coronando también en primera posición. Ese año, el Gigante de la Provenza estuvo a punto de cobrarse su primera víctima: el francés Jean Malléjac, en medio de la subida, sufrió una crisis similar a la de Simpson años después. Por suerte, se le pudo trasladar al hospital y todo quedó en un susto. La tragedia rondaba las laderas peladas, pero aún tendría que esperar.

En 1958, por primera vez, el Tour finalizó una etapa en la alto del Ventoux. Además, era una contrarreloj. Fue el día elegido por Charly Gaul, "el ángel volador", para dar una de sus mayores exhibiciones, venciendo por delante de Bahamontes en uno de los mejores duelos de la historia. En una etapa de 21 km el tercero, Dotto, quedó a más de 3 minutos. La leyenda (positiva) del Ventoux comenzaba a forjarse.

En 1965 se volvió a subir el Ventoux en línea. Fue una gran victoria de Poulidor, en el único día malo de Gimondi durante ese Tour, que el italiano se adjudicó de forma sorprendente pero con una total autoridad.

En 1967 ocurrió el trágico hecho de la muerte de Tom Simpson, que marcó esa edición del Tour y la historia del Mont Ventoux. El coloso daba miedo, había algo sobrenatural en esas laderas huérfanas de vegetación.

La siguiente ascensión, 1970, vió como Eddy Merckx, "el canibal", dejaba su impronta. Como todo en su vida deportiva, su victoria fue desmesurada, atacando al grupo de favoritos a más de 12 km de la meta, cuando aún no se había llegado al Chalet Reynard y la vegetación aún era abundante. Realizó unos kilómetros con la compañía de Agostinho, hasta que lo soltó. Hizo toda la parte final de la ascensión en solitario, pasando junto al monumento en memoria de Tom Simpson y llegando a meta exhausto. Apenas podía articular palabra en meta. Vandenbossche completó el doblete belga, pero sufrió peor suerte que su compatriota: debido al esfuerzo tuvo que ser conducido a la ambulancia para que se recuperase.

En 1972 Thevenet se impuso en la meta del Ventoux mientras Merckx y Ocaña pugnaban por detrás, consiguiendo el belga el segundo puesto. El 1974 el paso destacado por la cima corrió a cargo del cántabro Enrique Aja, superando en toda regla a Merckx. Pero la etapa no terminaba allí, y en el descenso hasta Orange hubo reagrupamiento, con victoria para Spruyt.

Trece años tuvieron que pasar para ver la siguiente ascensión al Ventoux, en 1987. El hueco más largo sin que "el Monte Pelado" estuviera en el recorrido del Tour desde su primera aparición. Pero la espera mereció la pena, porque el francés Jean François Bernard regaló una de las mejores etapas de la historia. Curiosamente, como en la exhibición de Gaul 29 años antes, fue una cronoescalada, esta vez arrancando de Carpentras, con una primera parte llana. En esa primera parte Bernard voló, sacando unas grandes diferencias a sus rivales. Todos pensaban que en la ascensión del Ventoux el corredor del Toshiba se hundiría y perdería su ventaja ante escaladores como Herrera y Delgado. Pero cuando Bernard apareció en el último kilómetro (un último kilómetro que era cogido entero por las cámaras de televisión y que estaba completamente abarrotado de público), todo el mundo fue consciente de que estaba ante una exhibición sobrehumana. Venció con casi dos minutos sobre sus mejores rivales, Herrera y Delgado, arrebatando el maillot amarillo a Mottet. Para la prensa francesa, acababa de nacer el sucesor de Hinault. La pena fue que al día siguiente una emboscada del Systeme U, el equipo de Mottet, le hacía perder el liderato y Bernard nunca volvió a ser el corredor que prometía, pese a sus contadas exhibiciones de clase.

En 1994, la caravana del Tour volvió a pasar por el Ventoux, de camino a Carpentras. Una nueva gesta tuvo lugar allí, puesto que el gigantón italiano Eros Poli, un corredor sin ninguna habilidad escaladora, protagonizó la fuga del día en solitario, presentandose en la falda del puerto con 22 mintutos de ventaja sobre el pelotón. Su ascensión fue un auténtico martirio, con una velocidad exageradamente lenta. Pero consiguió mantener unos 4 minutos en la cima, que le permitieron llegar a la meta como ganador, entre lágrimas de alegría. En el descenso, la tragedia sobrevoló la carrera una vez más, puesto que el líder, Miguel Induráin, estuvo a punto de tener una caída al perder el control de la bicicleta. Con una sangre fría increíble pudo dominar su máquina, pararse por completo y reanudar la marcha sano y salvo. Ese día, uno de los corredores que no tomaron la salida fue el campeón del mundo, Lance Armstrong.

Un Armstrong protagonista de las dos últimas ascensiones al Ventoux, en los años 2000 y 2002. En la primera de ellas compartió el protagonismo con Marco Pantani. "El Pirata", tras el affaire del Giro 1999, no había recuperado la forma previa, pero conservaba calidad como para hacer lo que hizo ese día. En los últimos kilómetros de etapa, el grupo de favoritos marchaba agrupado y Pantani iba por detrás de ellos haciendo la goma. El italiano sacó su casta y en uno de los momentos que había contactado con el grupo decidió atacarles, yéndose por delante con el colombiano Botero, al que posteriormente dejó. Al rato, Armstrong también saltó de ese grupo y llegó, con relativa facilidad, a la altura de Pantani. Se pusieron a relevar, pese a que a Pantani le costaba seguir el ritmo del estadounidense, llegando al punto de descolgarse en algún momento. Finalmente se plantaron juntos en la línea de meta, donde Armstrong no hizo esfuerzo por esprintar y Pantani consiguió la victoria. Posteriormente Armstrong dijo que había regalado la etapa a Marco, lo cuál hirió el orgullo de éste, que decidió no dar cuartel al americano en lo que quedaba de Tour.

Por último, la edición del 2002 no tuvo más historia que la victoria de Richard Virenque, escapado en una fuga inicial, y el ataque de Armstrong en el grupo de los favoritos en respuesta a otro ataque de Beloki. Lance estuvo cerca de alcanzar a Virenque, pero finalmente el francés levantó los brazos mientras Jean Marie Leblanc (el director del Tour), que le había vetado tras el affaire Festina, tenía que aplaudirle desde el coche del director de carrera, en unas imágenes impagables.

Ésta es la relación hasta ahora del Tour y el Gigante de la Provenza. En 2009 se escribirá un nuevo episodio. No cabe duda de que el Ventoux ha deparado numerosos momentos memorables de la ronda gala. Pese a que la edición de 1967 está marcada por la tragedia, otros muchos momentos están impregnados de un aura heróica. Y para volver a disfrutar de otro de esos episodios, tendremos que esperar sólo 9 meses, hasta la próxima edición de "La Grande Boucle".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sensacional, Julián, sencillamente sensacional. Seguid así.

Julián dijo...

Muchas gracias Dani. Intentaremos seguir aportando artículos interesantes que relacionen el ciclismo actual con el del pasado. Y ahora que la temporada ha terminado, a ver si podemos hacer reportajes seleccionados que sigan atrayendo la atención.

Enhorabuena también para tu blog. Este año estoy mucho más desenganchado que el pasado del mundo del barro, pero la cobertura que le estás dando en tu blog es magnífica. A ver si algún día puedes narrar una victoria de "mi" Bart Wellens, jejeje.

CharlyGAUL dijo...

MUCHAS GRACIAS ...querida Pareja... y tambien por recordar la "Gesta" del Gran Luxemburgués.

Existe la Posbilidad de que vayamos este año a INTENTAR subirlo y ver la Etapa del Tour ...

Saludos de

Charly GAUL.

Julián dijo...

De nada Juan. Hablar de la historia del Mont Ventoux sin mencionar al luxemburgués sería dejar el artículo incompleto.

En cuanto a lo de este año, como comento en el artículo lo ideal sería ver imágenes como las de 1987, con el público abarrotando la cima. Para mi, esa cronoescalada fue uno de los grandes momentos de comunión entre el público y los ciclistas.

Anónimo dijo...

magnifico articulo