sábado, 2 de mayo de 2020

Giro de Italia 1987 - Algunos esta noche se irán para casa

Povolaro, 6 de junio de 1987, media tarde. El pelotón del Giro de Italia desciende el puerto de Sella Valcalda y un hombre dentro del grupo está muy preocupado. No es un ciclista cualquiera, su maillot le delata, pues es ni más ni menos que el portador de la maglia rosa, Roberto Visentini. Desde que la etapa del día saliera de Lido di Jesolo lleva el día cruzado. Y quien le está provocando ese estado de nervios no es otro que su compañero de equipo Stephen Roche. Primero, provocó un ataque bajando el primer puerto del día, la Forcella di Monte Rest, junto con compañeros sin ningún peligro en la clasificación general (entre ellos el Fagor Bagot, que tendrá su importancia en esta historia). Visentini ordena que el equipo se ponga a tirar, quemando a sus gregarios (entre ellos, un tal Chiappucci). Pero, si en la fuga el único bien colocado en la general es un compañero de equipo, ¿por qué no desentenderse y obligar a otros equipos a tirar? Ay, nada es tan sencillo en el interior del equipo Carrera en esta primavera de 1987. Tras unos cuantos kilómetros de persecución, la fuga es abortada. Pero antes de empezar Sella Valcalda, un ataque de Jeff Bernard es contestado por varios de los pesos pesados del pelotón. En el grupo de 10 que se ha formado figuran el 5º de la general (Millar), el 7º (Lejarreta), el 8º (Anderson), el 10º (Pagnin)... y, como no, el 2º, de nuevo Roche con ganas de marcha y de calentar la carrera.

Visentini cada vez está más nervioso. No entiende qué pasa, el equipo no está respondiendo y debe confiar en otras escuadras para que le resuelvan una situación de carrera que se está poniendo muy complicada. Por suerte, al poco de comenzar la última ascensión del día, a Cima Sappada, el pelotón coge al grupo de fugados. En aquel momento de ese grupo ya había saltado el que será el ganador del día, Johan Van der Velde, pero la importancia del triunfo parcial en esta jornada es menor de lo habitual. Lo importante es lo que está pasando de cara a la general. Hoy es un día que será recordado para siempre en la historia del ciclismo.

Cima Sappada es un puerto muy tendido y sin grandes pendientes. Tras los incidentes que ha habido durante la jornada, parece que todo quedará en fuegos de artificio sin consecuencias para la victoria del Giro. Y sin embargo... en un pelotón de unos 40 corredores, las cámaras no dejan de apuntar al último integrante del grupo. Se trata de Visentini, que está a la altura del coche del equipo y no deja de hablar con su director, Davide Boifava. De repente, en la cabeza del grupo Argentin toma el mando. La aceleración no es ni siquiera un ataque, pero por detrás saltan las alarmas. La maglia rosa, víctima de la tensión acumulada durante todo el día, no puede seguir el ritmo. Empieza a quedarse. Cada vez va a un ritmo más lento. Mauro Santaromita, que iba descolgado, lo adelanta y ralentiza el ritmo para que Visentini se ponga a su rueda, pero ni aún así el lider puede mantenerse enganchado a su aliado circunstancial. El suplicio es tremendo. El corredor que hasta ese momento tenía todo a su favor para ganar el Giro está totalmente en crisis. Su velocidad empieza a ser ridícula. La pájara es descomunal, tanto que en los seis kilómetros que quedan hasta la cima del puerto y el pequeño descenso hasta la meta en el pueblo de Sappada, pierde unos seis minutos.
Cuando llega a meta, el cabreo de Visentini es descomunal. Nada más cruzar la línea de meta, se frena y señala al puesto de comentaristas de la RAI, como indicando "ahora subo allí y cuento todo". Cuando los periodistas lo rodean, más que sus palabras son sus gestos los que hablan por él. Visentini pone un semblante típico de italiano, en plan "ahora mismo mataría a Roche pero no pienso descomponer la cara porque soy un tío con clase" y  empieza comentando que tiene muchas cosas que decir. Después se lo piensa, probablemente intuyendo que como diga lo que piensa en este momento va a arder Troya, y dice que mejor hablará al día siguiente. Finalmente, mientras se retira con su bici rodeado de micrófonos, lanza su famosa frase: "Sarà tanta gente que va a casa stasera", que en una traducción libre podría ser algo así como "algunos esta noche se irán para casa", claramente en alusión a Roche.

Lo que pasó esa noche en el hotel del equipo tuvo que ser de tragicomedia, con los patrones de la firma Carrera que se habían desplazado para ver el espectáculo en directo (aunque seguramente esperaban otro tipo de show), Boifava intentando que la cosa no se saliera de madre, Visentini por un lado, Roche por el otro, y los gregarios entre medias. Aún así, la decisión final es que de Sappada saldrán todos montados en bici y dentro del pelotón.

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Al día siguiente, con final en Canazei y paso por los colosos dolomíticos, la guerra ya es totalmente abierta. En las rampas de la Marmolada el primer ataque en el grupo de favoritos es de... Visentini. Y quien responde al ataque... sí, no podía ser otro. El mismo líder de la carrera, Roche, es el que lleva a todos los demás favoritos a la rueda del dorsal número 1. La famosa recta de la Marmolada no decide mucho en esta edición, salvo que un novato Tony Rominger, tras un Giro impecable que le tenía en 2ª posición a 5 segundos de la maglia rosa de Roche, se queda del grupo de favoritos y empieza a labrar su leyenda negra de que las 3 semanas de una gran vuelta siempre se le hacen duras, de la que no se desembarazará hasta 5 años después, cuando se impone en la vibrante Vuelta de 1992 a Montoya y Delgado. En el descenso aún tendrá ocasión Visentini de intentar un nuevo ataque, con la misma falta de éxito que en la subida. En meta, donde Van der Velde repite la victoria del día anterior, el ambiente ya es prácticamente prebélico, con Roche desde el podio haciendo el gesto de mandar callar a los tifossi, quejándose de que ha intentado hablar con Visentini y éste le ha negado la palabra, y diciendo que muchos energúmenos le han escupido e intentado golpear. Para rematar, unos problemas con el freno de su bici empiezan a alimentar la leyenda de sabotaje interno dentro del equipo. Según él, le había confesado esos problemas a Visentini... sí, lo habéis adivinado: justo antes del ataque de éste en el descenso de la Marmolada.

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Pero... ¿cómo se ha podido llegar a este punto? ¿Cómo se ha podido descontrolar tanto la situación para que los propios rivales estén más asustados de que algún loco irrumpa en el pelotón para pegar a Roche que de los ataques en la carretera? La respuesta nos lleva probablemente al año anterior. En 1986 Roche es el fichaje estrella de la Carrera italiana. Viene de ser tercero en el Tour anterior, el mejor de los mortales tras Hinault y LeMond. Y va a cobrar exactamente como fichaje estrella. Desafortunadamente, problemas físicos le lastran durante toda la temporada, en la que tiene un rendimiento muy pobre. Mientras tanto, Visentini, tras un par de años cerca de la victoria en el Giro (en el 83 segundo tras Saronni, que le ganó por las bonificaciones, y en el 85 líder varios días y segundo tras Hinault hasta que sufrió un desfallecimiento en el Abetone) por fin remata y se hace con la victoria en la corsa rosa.

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Con lo cual en la salida del Giro 1987, en Sanremo, se planta la Carrera con un corredor que defiende el dorsal número 1, junto a otro que ha sido podio del Tour, que cobra como super estrella y que lleva un año francamente bueno, con un botín que incluye las victorias de Romandía y la Vuelta a la Comunidad Valenciana, así como los segundos puestos en el Criterium Internacional y la Lieja (ésta última, con un desenlace final de los más recordados, donde Argentin les comió la tostada a Roche y Criquelion). Boifava se lava las manos, que decida la carretera, etc etc.

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Y poco se tarda en comprobar que la carretera lo que va a decidir es que saltarán chispas, puesto que los dos compañeros de equipo son los mejores de largo. El prólogo para Visentini, la cronodescenso del Poggio del primer día para Roche, y la crono por equipos del tercero para la Carrera, que coloca de líder al irlandés. Vamos, que ni nos habíamos desperezado y el primer corredor de un equipo rival era el jovencísimo Breukink a 53 segundos (la revelación del Giro, ganador del primer sector de la primera etapa en San Romolo y finalmente podio de la carrera). Argentin estaba ya a 1:27, Saronni a 2:25 y Lejarreta a 3:59 (esa crono por equipos horrible del Caja Rural le costaría muy caro al Junco de Berriz al final de la carrera).


El sexto día llegó el Terminillo, primer contacto serio con la montaña. Cuando queda un mundo para terminar la ascensión, salta la sorpresa. Sin que nadie se lo espere se escapa del gran pelotón una mancha rosa. Es ni más ni menos que Stephen Roche, con ganas de dejar claro a Visentini que el que manda es él. La jugada es maquiavélica, puesto que Roberto es el más fuerte de los perseguidores, pero no puede tirar, ya que llevar a los enemigos hacia un compañero de equipo y además portando la maglia rosa sería considerado una clara traición. A la luz de los acontecimientos de días posteriores, tampoco hubiera sido para tanto.

En cualquier caso, Roche había calculado mal sus fuerzas. Kilómetros más adelante Lejarreta, Millar y Visentini lo alcanzan. Stephen le dice a su compañero que colaboren para distanciar al resto, pero Visentini se hace el sueco. El resto de favoritos les dan caza y acaba llegando a meta un grupo de 9 corredores, los más fuertes de la carrera, con los 4 citados, más los Panasonic Breukink y Winnen, Pedro Muñoz, Rominger y Giupponi. Combate nulo entre ellos, aunque los damnificados son Saronni y Argentin, que se dejan 2 y 3 minutos, y con ellos sus opciones a ganar la carrera. En la lucha por la etapa, por delante habían llegado disputándose el sprint dos de los fugados del día: el francés Bagot, del Fagor, y el belga Scheppers, del Carrera. Un sprint extraño, por aquello de que se había impuesto el francés después de tirar toda la subida, y sin que el belga pareciera que se esforzara al máximo. Posteriormente Scheppers diría que le regaló la victoria a Fagor a cambio de "futuras ayudas".

Los días posteriores solo sirvieron para que Argentin siguiera aumentando el saco de las victorias (en la séptima etapa con final en Roccaraso se hacía con su tercer parcial) y los sprinters se dieran sus habituales atracones de los giros ochenteros (el rey de las volatas en este Giro fue Rosola, con 3 victorias, pero también mojaron estos días los Bontempi, Freuler o Planckaert). Pero en la décima etapa, con llegada a Termoli y triunfo de Rosola, hubo un acontecimiento que fue otra de las claves del Giro y que acabaría siendo otro de los detonantes de la situación de Sappada y Canazei. Una caída masiva dentro del último kilómetro tuvo como una de sus víctimas a Stephen Roche. Si bien no dio con sus huesos en el suelo, recibió un golpe que le afectó los siguientes días. En el final con repechos de Osimo ya se dejó unos segundos con Visentini. Pero lo peor estaba por llegar: se acercaba la crono de San Marino, 46 kilómetros en los que se mezclan el llano del principio con la tendida subida a lo alto de la Serenísima República.

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En San Marino, el naufragio de Roche es brutal. Duodécimo a 2:47 de un Visentini desatado, que le quita a su compañero el liderato y se queda con una cómoda ventaja de 2:42 en la general. Parece que la carrera está sentenciada (tercero y cuarto son las dos revelaciones Rominger y Breukink, que bastante están sorprendiendo en los puestos en los que están, y el primer escalador que puede inquietar a los Carrera es Millar a 4:55). Sin la caída de Termoli, quien sabe si Roche, que hasta ese momento estaba dando sensaciones ligeramente mejores que Visentini, hubiera conservado el rosa o al menos se hubiera quedado lo suficientemente cerca para no tener que pensar en medidas desesperadas.

Dos días después de la crono de San Marino llegaría Sappada y los acontecimientos relatados al principio de la narración. Tras el día de la "traición", la noche de los cuchillos largos y la posterior jornada de Canazei, el ambiente poco a poco se va enfriando muy ligeramente (que se calentara más era casi imposible) en los siguientes días, pese a que Visentini afirma que atacará el liderato de su compañero de equipo Roche si puede. El día siguiente se sube el Bondone en la etapa con final en Riva del Garda, y Rominger acumula más tiempo perdido, pero según pasan las jornadas la sensación que da la carrera es que Roche cada vez va a más y Visentini a menos.

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En la penúltima jornada montañosa, camino de Madesimo, el resultado es de tablas entre los favoritos. Pero aún queda un episodio más de la tragedia que fue este Giro para Visentini. El penúltimo día, última etapa de montaña con final en Pila, cuando el grupo de cabeza está ya muy desgranado, permanecen en el mismo Giupponi, Lejarreta, los Panasonic Breukink y Millar y los Carrera Scheppers, Visentini y Roche. Justo cuando Roche se dispone a dar un acelerón en el frente del grupo, Visentini sufre una caída (no se llega a distinguir, pero parece que hace el afilador con Millar). Resultado, muñeca fracturada, pérdida de más de 6 minutos y al día siguiente no toma la salida en la crono final, en la que Roche consigue otro triunfo parcial. Con este capítulo termina una rivalidad apasionante en este Giro 1987, que tuvo su punto culminante  en esos dos días de Sappada y Canazei, La carrera acaba siendo ganada por Roche, que en esa etapa de Pila había distanciado definitivamente al rival más peligroso que le quedaba (Breukink). En el podio lo acompañarán los dos Panasonic (Millar como segundo y el holandés como tercero), que a lo largo de la carrera han resultado bastante más aliados suyos que Visentini. El cuarto será un Lejarreta autor de una de sus mejores grandes vueltas, que hubiera sido segundo sin el retraso de la crono por equipos y que siempre estuvo en la punta de lanza cuando la carretera se empinaba, pese a no conseguir ningún triunfo.



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Tras esta batalla, las carreras de Visentini y Roche no vuelven a encontrarse. El irlandés va camino de la victoria en Tour y Mundial, dentro de su año mágico, en el que alcanzó un nivel al que no se acercaría ni el año siguiente (en el que se irá "casualmente" a un Fagor con el que había hecho muy buenas migas durante ese mes de junio) ni en los posteriores. Pero el fulgor de lo conseguido en ese 1987 bien vale una carrera deportiva entera. Mientras tanto, Visentini ya no se repondrá nunca de esta lucha fratricida. Pasará un año más en Carrera, para penar los dos años siguientes en equipos menores italianos (Malvor y Jolly) antes de retirarse en 1990. Pero tras este Giro 1987 no volverá a hacer nada de renombre sobre una bicicleta, cuando sin los acontecimientos de Sappada tal vez hubiera conseguido la hazaña de ganar el Giro dos años seguidos, algo que desde entonces solo ha conseguido Induráin, y antes solo habían logrado Galetti, Brunero, Binda, Bartali, Valetti, Coppi, Balmanion y Merckx. Casi nadie al aparato.
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Pero un día, un solo día, puede cambiar toda tu carrera. De entrar en ese selecto club, a ser recordado más que por su única victoria en el Giro, por su hundimiento en Sappada y quedarse con esa fama de "ciclista millonario", puesto que venía de una familia muy acomodada. Algo que siempre se le echó en cara y que él rebatía precisamente con el argumento de que, si pese a tener una situación desahogada se dedicaba a un deporte tan sacrificado como el ciclismo, es que de verdad era un enamorado del deporte del pedal.

sábado, 21 de marzo de 2020

Milano - Sanremo 1992: Argentin...Argentin...Argentin...Argentin...Argentin... pero al final Kelly

21 de marzo de 1992. Sábado, por supuesto; históricamente el día de la semana de la Milano-Sanremo. Estamos a punto de ver el que tal vez sea el único enfrentamiento directo en la cumbre entre dos de los mejores clasicómanos de los años ochenta (por no decir los dos mejores), aunque curiosamente se produjo entrados en los noventa, en el otoño de sus carreras.

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La Sanremo de este año llegaba con un claro favorito. Y este corredor no era otro que Moreno Argentin. El capitán de ruta de la Ariostea llegaba a la salida en la Piazza del Duomo de la capital lombarda como el hombre a batir, habida cuenta de sus imponentes exhibiciones en la Settimana Ciclistica internazionale (la actual Coppi e Bartali, que de aquellas se disputaba en Sicilia), donde se llevó dos etapas y la general por delante de Zulle, y la Tirreno-Adriático, donde su botín consistió en tres etapas ganadas del tirón. Vamos, que el estado de forma estaba claramente ahí, lo que unido a las cualidades de Argentin como maestro de las clásicas le convertían en el claro aspirante a ganar en Via Aurelia y quitarse la espina de la carrera, donde solo había podido ser 3º en 1982 y 4º en 1990.

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Para acompañar a Moreno, el Ariostea ponía sobre la mesa a toda su constelación de clasicómanos de lujo, comandados por Sorensen, Furlan y un Riis que aún ni soñaba con mutar a gran líder. Casi nada al aparato. ¿En frente? Prácticamente la nada, aunque la Italia ciclista sueña con que Bugno o Chiappucci repitan los sombrerazos de las dos últimas ediciones. Pero el campeón del mundo advierte tras terminar la Tirreno-Adriático: "El único que puede suponer una alternativa a Argentin es Kelly". ¿El casero? No fastidiemos, si está a punto de cumplir 36 años y viene de una temporada aciaga en el PDM, únicamente maquillada en el epílogo del Giro de Lombardía venciendo el sprint a Gayant. Por lo demás, entre los candidatos conviene señalar a los sprinters como Museeuw, Ludwig o Jalabert, si consiguen pasar el Poggio con opciones.

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Lo cierto es que la carrera amanece muy lenta, el clásico paso desde la Lombardía a la Liguria lo hace el pelotón con gran tranquilidad, a excepción del aventurero del día, el modesto corredor del Amore e Vita Fabrizio Convalle, que buscaba repetir el sorpresón de su victoria en Teramo en el Giro 1990. Adquiere hasta 20 minutos de ventaja, pero sus 190 km en solitario (y posteriormente acompañado por Bontempi y Fontanelli durante unos pocos kms) terminan en los alrededores de Laigueglia, donde empiezan los capos (Capo Mele, Capo Cervo, Capo Berta) y la parte más interesante de la Sanremo da el pistoletazo.

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El primer fuego de artificio fue una caída poco antes de afrontar la Cipressa, en la que se vieron involucrados Bugno, Chiappucci e Induráin, que daban por terminadas sus opciones en la jornada de hoy. Más responsabilidad para Argentin, y para sus Ariostea, que hacen un trabajo excelente, comandados por Furlan, en la penúltima subida del día. Alcalá ataca y coge unos cientos de metros de ventaja, incluso Delgado demarra en la cabeza del pelotón, pero los pupilos de Giancarlo Ferretti no se ponen nerviosos, cazan al segoviano y, durante la bajada, hacen lo propio con el mexicano.

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La aproximación al Poggio es nerviosa, como todos los años. El francés Eric Boyer, del Z, arranca unos de los momentos supremos del año (el inicio de la ascensión al Poggio) con unos metros de ventaja, pero en el grupo se empiezan a suceder los ataques. El primero es Ekimov, cuyo ataque solo sirve para acercar al pelotón y preparar el primer ataque de Argentin.

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Su ataque es para probar a los rivales, pero aún es muy pronto y Stefano Colage se le suelda a la rueda. Tras acabar de neutralizar a Boyer, Moreno renueva su ataque, esta vez con más intensidad, pero ahora es Laurent Jalabert quien le neutraliza. Argentin está desatado, lanza su tercer ataque, al que responde Van de Laer. De nuevo, un cuarto ataque que vuelve a responder el joven belga. La subida es un Argentin contra todos, y el de San Donà di Piave está desatado. En este punto ya ha roto el pelotón, pero la presencia del corredor del Tulip es amenazadora, puesto que aún queda bastante subida. Da igual, Moreno ha decidido que hoy es el más fuerte y con un nuevo ataque le revienta y se va en solitario. Por detrás, el recuperado Alcalá comanda la persecución, estupendamente frenado por un Sorensen en labores de gregario. Steven Rooks también ronda los primeros puestos, donde aparece por primera vez el maillot azulado del Festina que porta Kelly.

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Los últimos metros de la subida son un festival de Argentin, que vuela desatado hasta coronar el Poggio. Su máxima ventaja ha superado los 10 segundos, pero en la parte final Fondriest, con el maillot blanco y de arcoiris vertical de lider de la copa del mundo coge el timón del reducido pelotón y empieza a rebajar las diferencias. En cualquier caso, por la cima la diferencia ronda esa distancia de la decena de segundos, lo que debería bastar a 4 kilómetros de meta, de los que casi 3 son en descenso revirado.

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Pero tras hacer una subida impecable, Argentin empieza a descender con demasiadas precauciones. Toma las curvas con mucha parsimonia, y en las rectas no imprime toda la potencia necesaria para mantener las distancias. Por detrás, Kelly ha decidido pasar a la acción y a falta de 3 kilómetros coge el mando del pelotón, siempre seguido de un Sorensen haciendo de secante.

Aunque en los rótulos de televisión informan de que la distancia de la cabeza de carrera es de 15 segundos, las tomas aéreas no engañan: la distancia cada vez es menor, ya no llega a 7 segundos, y Kelly está escapándose del gran grupo tras coger un par de curvas con maestría. Argentin sigue con demasiada sangre fría, sin darse cuenta que su ventaja por detrás se reduce preocupantemente. Ya son solo 5 los segundos que le separan del irlandés...

Pero por fin, aparece de nuevo Via Aurelia. Termina la sofocante bajada para Argentin, quedan poco más de 1000 metros para la llegada; de hecho, ya se ve el triangulo rojo en la cercanía. Un pequeño esfuerzo más y el líder del Ariostea habrá completado una magnífica exhibición de fuerza.

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De repente, Argentin se gira para comprobar su ventaja... y de la nada aparece Kelly. Autor de una bajada prodigiosa, acaba de contactar con el italiano. Sean es perro viejo, y no se pone nervioso, pese a ser teóricamente el más rápido en el sprint. Se queda a rueda, ralentiza, descansa y recupera fuerzas. Argentin duda si seguir tirando o frenar para pasarle la responsabilidad al líder del Festina, pero tras unos momentos de indecisión decide seguir tirando. La meta ya está a muy pocos metros, el pelotón de unos treinta hombres, pese a no haber ningún equipo organizado en la caza, está muy cerca, y Argentin juzga que su única oportunidad de lograr la gloria que tanto se ha merecido hoy es mantener un ritmo razonablemente alto.

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A menos de 200 metros Kelly, que hasta el momento había cedido toda la presión y responsabilidad a Argentin, decide lanzar el sprint. Moreno lo ve perfectamente por el rabillo del ojo, reacciona con presteza y, haciendo honor a su apodo ("il furbo") se va echando hacia el lado de Kelly, lo que obliga al irlandés a tener que pegar un bandazo para superarle. Pero para el favorito del día es inútil. Pese a no ser precisamente lento al sprint, Kelly es aún más rápido y ha sabido manejar sus cartas a la perfección. Vence sobre Argentin, llegando el grupo encabezado por Museeuw a 3 segundos.

La decepción de Moreno es grande; era el máximo favorito, su equipo ha hecho un trabajo fantástico, él ha hecho una exhibición en el Poggio atacando una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces, desarbolando a todo el pelotón y adquiriendo una renta sustanciosa... pero una mala bajada le ha condenado. La Sanremo del 92, la Sanremo de Argentin, finalmente no será suya, sino de Kelly.

viernes, 13 de marzo de 2015

Ciclocross Tabor 2015: La rabia de los segundones

El 31 de enero de 2015, a las 14:00, Sanne Cant era una ciclista confiada en sus posibilidades. Tras hacer la mejor temporada de su carrera, en la que se había impuesto en la Copa del Mundo, en el Campeonato de Bélgica y en el Campeonato de Europa, partía en la parrilla de salida del mundial femenino de ciclocross con ambición, siendo consciente de que estaba ante una gran oportunidad de colgarse una medalla de la que solo había disfrutado en una ocasión con anterioridad, concretamente en 2012.

24 horas después, el 1 de febrero, Wout Van Aert salía con la misma confianza en sus posibilidades. Pese a tener tan solo 20 años y, por tanto, corresponderle aún la categoría Sub-23, había tenido una temporada sensacional en sus participaciones en carreras élite, consiguiendo numerosas victorias. Es más, muchos le nombraban como el corredor más fuerte del año y le otorgaban el cartel de favorito para el mundial, pese a su bisoñez.

Al terminar ambas carreras, tanto Sanne como Wout se colgaban en sus hombros sendas medallas de plata, tras completar grandes carreras, obteniendo sus mejores resultados en un mundial absoluto (en el caso de Van Aert era su estreno). A pesar de ello, ambos sentían una mezcla de enfado, cabreo y decepción que les comía por dentro. Para los dos, no quedaba otra sensación en su interior que la de la rabia de los segundones.

© Graham Watson
Cant, junto con Pauline Ferrand-Prevot, había sido la más fuerte de la carrera femenina. Había comandado el grupo perseguidor durante buena parte de la prueba, había perseguido a Ferrand-Prevot cuando la francesa intentó escaparse en solitario, incluso había intentado atacarla cuando llegó a su altura. Fue en vano, en las últimas curvas Pauline consiguió una ligerísima ventaja que el sprint final de la belga no pudo neutralizar: se quedó corta por escasos metros. A pesar de ello, había superado claramente a favoritas como Katherine Nash (que corría como local) o la mítica Marianne Voss (eso sí, mermada por una lesión sufrida los día anteriores).

© Tim de Waele
Van Aert también era considerado el más fuerte de la carrera masculina junto a Mathieu van der Poel. Su némesis, apenas unos meses más joven, pero con un potencial tan o más grande que Wout en el ciclocross. De hecho, acababa de proclamarse el campeón del mundo de ciclocross más joven de la historia, tras una carrera plena de valentía y fuerza, escapado desde el inicio. Por contra, Van Aert había ido toda la carrera a remolque, debido a los múltiples incidentes que sufrió: todo empezó con una salida de cadena a punto de terminar la primera vuelta, cuando perseguía al lider, Van der Poel, prácticamente a su rueda. Ésta fue la primera clave de la carrera, ya que el holandés se sintió solo y decidió jugarse el todo por el todo, apretando para obtener la máxima ventaja. Por su parte, el belga pasaba por meta el cuarto a 12 segundos, y se veía obligado a comenzar su primera remontada.

Rápidamente alcanzaba a Pauwels y, con él a rueda, llegaba hasta Van del Poel para formar un trío cabecero. Pero a los pocos segundos volvía a sufrir otro problema con la bici. Éste ya sí que fue definitivo: Mathieu se escapaba por delante y ya nadie volvería a cogerle rueda en todo el día, mientras que Wout pasaba por meta ya muy descolgado del grupo de perseguidores (reducido a Pauwels, Van der Haar, Meeusen y Vantornout. Los 17 segundos que cedía empezaban a ser un serio problema. 29:02

La carrera femenina había seguidos en sus inicios unos pasos más "tradicionales", con alternativas entre las corredoras punteras, hasta que finalmente Lucie Chainel-Lefevre decidió endurecer la carrera. Por detrás había vigilancia entre Vos, Cant y las británicas Wyman y Harris, lo que permitió que antes de acabar la primera vuelta conectaran con el grupo que se acabaría jugando la carrera primero Ferrand-Prevot y posteriormente Katherine Nash.

En la carrera masculina, Van Aert inicia una nueva remontada que le lleva hasta el grupo perseguidor, del que marcha unos metros retrasado Vantornout. Tras superar a su espigado compatriota. Wout sufre un nuevo incidente: esta vez es una caída, en la que sale despedido de la bicicleta. Pierde mucho tiempo en recuperarse y volver a sentirse cómodo, tanto que durante esa vuelta tiene a muy poca distancia por detrás al grupo de Nys, que desde el principio había quedado descartado de la lucha por las medallas. Mientras tanto, por delante, Van der Poel sigue con una ventaja que aún no es tranquilizadora sobre sus perseguidores, que ya solo son Pauwels y Van der Haar, puesto que Meeusen también está empezando a ceder y Vantornout va haciendo la goma.

© Tom Prenen
Ferrand-Prevot se sentía fuerte, y fue acelerando hasta alcanzar a su compatriota, con lo que acabaron reagrupandose las dos francesas, Cant, Vos, Nash y Harris. A partir de aquí Pauline y Sanne jugaron al gato y al ratón entre ellas. La francesa mostraba su ambición atacando permanentemente y a la belga le tocaba perseguirla, tirando de un grupo perseguidor que cada vez se tensaba más. Primero cedió Chainel-Lefevre, mientras que Cant hacía un nuevo esfuerzo hasta enganchar con la cabeza de carrera. Por detrás la holandesa, checa y británica se alternaban en la persecución. Pese a todo, no cedían definitivamente pero dejaban claro que estaban un punto por debajo de las dos más fuertes del día.

Van Aert pasa por meta a falta de 5 vueltas con 50 segundos de retraso sobre Van der Poel y 39 sobre Pauwels y Van der Haar. La victoria está perdida y el podio parece que también. Pero el joven belga, con el maillot roto debido a su caída, saca toda su rabia interior y empieza a apretar las piernas contra los pedales, intentando buscar el devastador ritmo que ha encontrado en determinados momentos de esta campaña. Mientras Mathieu por delante empieza a poner tierra de por medio, subiendo su ventaja hasta los 18 segundos sobre Pauwels y Van der Haar, Wout consigue ir recortando tiempo hasta dar caza al duo de Meeusen y Vantornout, tirar de ellos y, a falta de 3 vueltas, acabar soltándolos. En ese momento está a 35 segundos de Van der Poel, a 23 de Van der Haar, que ha soltado a Pauwels y se va en busca de su compatriota y a 19 del primer corredor belga hasta ese momento, que empieza a acusar el esfuerzo de perseguir el ritmo brutal de Mathieu. Una vuelta después, el encendido Van Aert ha reducido a cenizas la ventaja que le llevaba Pauwels, le ha adelantado y todo el mundo sabe que en breve le va a dejar tirado. Tras una fantástica remontada tiene el podio en el bolsillo pero, ¿conseguirá algo más? Solo le quedan 2 vueltas para reducir los 28 segundos que le lleva Van der Poel y los 18 que le lleva Van der Haar, que está viendo que no puede acercarse lo suficiente a la cabeza de carrera...

© Mike Albright
Poco antes de terminar la penúltima vuelta Cant lanzaba un ataque que le daba unos segundos de ventaja, pero la fuerza de Ferrand-Prevot y el tiempo que la francesa recortaba en las curvas más cerradas hacían que al empezar la última vuelta ambas volvieran a rodar juntas. En este último giro, pleno de tensión y de alternativas, la francesa consiguió mantener a raya a la belga, confiando en su mejor sprint. Incluso, en los últimos 500 metros despegó un poco a Cant, pero la última curva propició que Sanne entrara en la recta decisiva a rueda de Pauline. Fue un sprint largo, de casi 15 segundos, en el que la belga fue recortando centímetros a la francesa y poniéndose a su altura, hasta que...

En la persecución de Van Aert, Pauwels no dura apenas nada a su rueda. Cuando se cumple la hora de carrera, los ciclistas afrontan la última vuelta, con Van der Poel casi campeón, puesto que Van der Haar se mantiene a 11 segundos de él. Van Aert pasa a 21 de la cabeza, por lo que está claro que no tiene terreno suficiente para llegar hasta Mathieu. Pero se sigue sintiendo fuerte y continúa acelerando, mientras que Van der Haar acusa cada vez más el cansancio. Pese a contar con 10 segundos de ventaja, la presión del belga sobre él es agobiante, hasta que llegando a las últimas curvas consigue contactar. Mientras por delante Van der Poel entra en meta entre lágrimas después de la victoria histórica que ha conseguido, por detrás Van Aert arrebata el segundo puesto a Van der Haar en la última curva y mantiene la posición en el sprint final, posiblemente el arma más mortífera del holandés. Pero en una carrera tan al límite se acaban imponiendo las fuerzas del belga, que entra en meta lanzando el puño al aire en señal de rabia y enfado.

© Michal Svacek
El mismo gesto lo había realizado 24 horas antes Sanne Cant, tras perder el apretado sprint contra Pauline Ferrand-Prevot. La medalla de plata era especialmente dolorosa por lo cerca que había estado del oro y por la magnífica oportunidad que había perdido de conquistar la carrera más importante del año en la especialidad, tras haber firmado una brillante temporada. Por detrás, Marianne Vos conseguía la medalla de bronce gracias a una caída de Nash en los últimos metros. Para la holandesa un podio, tras 7 medallas de oro, no tiene un gran significado en si mismo, pero el hecho de llegar a la carrera mermada de fuerzas realza el pundonor que demostró durante todo el día.

Tanto Sanne como Wout habían repetido el mismo gesto al entrar en meta. Si bien las circunstancias eran distintas, puesto que una acababa de perder un sprint y el otro acababa de ganarlo, ambos sentían que habían dejado escapar la oportunidad, que pese a haber hecho una gran carrera no se llevaban el premio soñado y que, en esta ocasión, alguien les había arrebatado la gloria que estaban preparados para recibir. En resumen, y al menos por un día, sentían la rabia de los segundones.
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© Mike Albright

jueves, 25 de julio de 2013

Vuelta a España 1987: La cima del ciclismo colombiano

  
Nairo Quintana
En estos tiempos en los que se habla del resurgir del ciclismo colombiano, espoleado por los segundos puestos en el podio del Giro de Italia (por parte de Rigoberto Uran) y del Tour de Francia (por parte de Nairo Quintana), junto con los buenos resultados que en numerosas carreras están obteniendo los dos ciclistas citados y otros compatriotas (los Betancur, Henao, Duarte, Atapuma, etc), conviene recordar cuál fue el momento en el que se alcanzó la cima del ciclismo colombiano, el momento más alto en su andadura por Europa, la meca de este deporte.

"Cochise" Rodríguez
Si bien los llamados "escarabajos" tuvieron un primer gran representante en Europa con el pionero "Cochise" Rodriguez, que vistió el mítico azul Bianchi, fue en los ochenta cuando irrumpieron con fuerza en el ciclismo europeo, provocando una revolución como no se había visto antes. El primer aviso llegó en el Tour del Porvenir de 1980, donde Alfonso Florez ganaba al soviétivo Soukho, por entonces el dominador total del campo amateur. Tres años después debutaba un equipo colombiano en el Tour de Francia. Los llevaron para ser la atracción exótica, pero demostraron que, pese a estar verdes en muchos aspectos, cuando llegaban las grandes montañas muy pocos europeos podían seguirlos. Una avalancha estaba a punto de llegar. Al año siguiente repitieron en el Tour y esta vez iban comandados por el hombre que iba a capitalizar el torrente colombiano. Luis "Lucho" Herrera, el "jardinerito de Fusagasugá", sembró el terror en los colosos franceses.
Alfonso Flórez
Ganó en Alpe D´Huez y el ciclismo europeo empezó a disfrutar y a temer a los colombianos. Al año siguiente ganó dos etapas, a sumar a la que ganó su lugarteniente Fabio Parra. La amenaza era tal que se comentaba que el ganador del Tour, Hinault, había pactado con los colombianos para que no amenazaran su maillot amarillo. Ese mismo año otro compatriota, Pacho Rodriguez, era podio en la Vuelta a España, habiendo tenido opciones muy reales de ganar la carrera.


Finalmente, tras un 1986 en el que los colombianos no brillaron tanto, llegamos a 1987, concretamente a Benidorm, donde el 23 de abril arrancaba una Vuelta a España en la que tomaban la salida dos equipos colombianos, el Café de Colombia y el Ryalcao Postobón.

Álvaro Pino
Antes de que comenzara la carrera, la organización recibió el primer shock: el vigente ganador, Pino, no tomaría la salida por tendinitis. Un duro golpe para el gallego y para el Zor de Mínguez, un super equipo con corredores como Pacho Rodriguez o Fuerte pero que se quedaba sin su líder natural y con dudas sobre sus lugartenientes, por uno u otro motivo (Pacho no había vuelto a recuperar el nivel del 85, Fuerte era aún demasiado joven).

Cartel de la Vuelta 1987
Así pues, los favoritos de la carrera española volvían a ser los de 12 meses antes: Kelly y Fignon. Para poner como candidato al irlandés se utilizaba el argumento opuesto al que se dio en 1986. Si el año anterior llegaba tras arrasar en la primavera, en 1987 había fallado en las clásicas, por lo que se decía que en España tenía una revalida y aprovecharía para desquitarse. Por su parte, el parisino no había arrancado mal del todo el 1987, y se esperaba que pudiera ser el comienzo de su recuperación tras los dos años nefastos que llevaba debido a las lesiones.

Jean Luc Vandenbroucke
El prólogo tuvo lugar en Benidorm, donde venció Jean Luc Vandenbroucke (el tío de Frank), como ya había hecho en el mismo escenario hace unos meses, durante la Vuelta a Valencia. Al día siguiente su compañero Kelly cogió el liderato gracias a los segundos que ganó en un sprint intermedio bonificado, pese a que había dicho que no iba a desgastarse buscando dichas bonificaciones. En realidad, Kelly estaba como loco por conseguir esos segundos, y fue modificando su discurso para decir que solo se metería en esos sprints si veía a rivales de la general disputandolos.

Roberto Pagnin
Pagnin también se aprovechó de los sprints bonificados para quitarle el maillot a Kelly al siguiente día, pero el irlandés recuperaría el primer puesto en la crono de Valencia, donde asestaría un duro golpe a sus adversarios, pues demostró ganando la etapa que se encontraba en buena forma. Los mejores entre sus rivales eran dos contrarrelojistas españoles, Blanco Villar y Gorospe. Del gallego se dudaba si podría superar la montaña, aunque el hecho de que su compañero Dietzen también hiciera una buena crono permitía a Teka contar con un dúo de líderes poderoso. Gorospe, que ya en aquellos tiempos (4 años después del mazazo de Hinault en Serranillos) era considerado la eterna promesa del ciclismo español, permanecía a la espera de pasar la reválida de la montaña y comprobar si su rendimiento estaría por fin a la altura de su talento.

Henri Abadie
El día antes de la montaña pirenaica, en una etapa ondulada con final en Barcelona, Pagnin recuperaba el liderato al finalizar con éxito una fuga en compañía del francés Abadie (esta pareja sería famosa a lo largo de la Vuelta merced a la enorme cantidad de kilómetros que se hicieron escapados). Pero en el primer contacto con la montaña, la etapa andorrana con final en Grau Roig, se demostró lo que iba a ser esta Vuelta 87. Pese a que ganó un español, el corredor del modesto Zahor Ibañez Loyo (antiguo campeón de España), los colombianos coparon los primeros puestos de la etapa, comandados por un imperial Herrera que se fue del grupo de los favoritos cuando quiso. En cualquier caso, el "Jardinerito" solo pudo ser tercero, pues fue batido en el sprint por el segundo puesto por un Belda que también hizo una gran ascensión.

Jesús Ibañez Loyo
A menos de 20 segundos de ellos entró el grupito con Cubino (el jovencísimo bejarano presentaba en sociedad su fenomenal estilo al escalar), Arroyo (otro que parecía salir del túnel en el que llevaba 2 años debido a sus famosas fiebres de malta) o Delgado. Kelly, Gorospe y Dietzen llegaban en un numeroso grupo a menos de un minuto, y el irlandés recuperaba el amarillo. Los derrotados de la jornada eran Fignon (aquejado de un catarro, se venía rumoreando durante varios días con su abandono, pero pese a perder tiempo en Grau Roig, su pundonor le hizo aguantar en carrera) o Cabestany, que era el favorito que salía peor parado de la jornada, sin duda aciaga para los Caja Rural porque Lejarreta tampoco tenía un buen día. El primer contacto con las cumbres nos dejaba a Kelly de amarillo (pero habiendo demostrado una vez más sus flaquezas en la alta montaña), a un heterogéneo grupo de españoles (con ciclistas como Gorospe, Delgado o Arroyo) preparados para asaltar el primer puesto, con Dietzen amenazador, con Herrera que pegaba un salto enorme en la general y desmentía el rumor de que había venido exclusivamente a rodarse para el Tour, y con Fignon prácticamente sin opciones a la victoria.

Laudelino Cubino
Al día siguiente Cerler se presentaba en la Vuelta a España. Durante aquellos años (últimos ochenta y primeros noventa) la montaña aragonesa fue sinónimo de buen ciclismo, algo que con el paso de los años se ha perdido en gran parte. La etapa en cuestión fue movida desde el principio, puesto que el Cantó se subió a toda velocidad, provocando cortes en los que favoritos como Perico quedaban relegados, aunque finalmente hubo reagrupamiento. Otro de los damnificados fue Gorospe, que se cayó nada más darse la salida y estuvo todo el día a contrapié, pese a lo cual salvó los muebles razonablemente bien. El gran animador de la jornada fue Arroyo. El abulense se volvía a encontrar como en sus grandes tiempos y jugó a ganador, atacando con Miguel Induráin para alcanzar a la escapada del día. El trabajo del navarro fue excelente, pero a Arroyo le tocó trabajar en el inicio de la subida final, con lo que posteriormente pagó las consecuencias. Cuando los escapados del día fueron cazados, saltó el colombiano Morales, preparando el terreno para su jefe de filas, Herrera. A partir de ahí llegó la bellísima lucha entre tres magníficos escaladores: Belda, Herrera y Cubino se pasaron los últimos kilómetros atacándose entre ellos, en una batalla de la que se erigió vencedor el joven bejarano, que consiguió ganar esta disputa entre 3 corredores que bien podían representar el pasado (Belda), el presente (Herrrera) y el futuro (Cubino) de la estirpe de los escaladores. Si bien la revelación del BH ganaba con 10 segundos de ventaja sobre sus dos rivales, por detrás la emoción estuvo presente durante toda la ascensión, pues Kelly perdió muy pronto contacto con los mejores y se pasó la subida entera a remolque y tratando de minimizar las pérdidas. Para ello contó con unos lugartenientes (Gastón y Da Silva) que estuvieron soberbios. Pese a todo, finalmente el irlandés se dejó 2 minutos en lo alto. Curioso el destino, que hizo al año siguiente que en el mismo escenario oscense las alegrías se tornaran lágrimas (y viceversa) para Kelly y Cubino. Así pues, Dietzen recogía el liderato con tan solo 2 segundos de ventaja sobre Kelly, mientras que Delgado (que cruzó la meta con el alemán a 42 segundos de Cubino) y Gorospe (que llegó con Kelly pese a sus heridas) pasaban a ser los estiletes españoles. El hundimiento del día era para el equipo Caja Rural, con Cabestany perdiendo 6 minutos y Lejarreta cerca del cierre de control (que hubo de ser ampliado por la dureza que hubo en toda la jornada). Fignon seguía quemando etapas sin perder del todo el tren de la general (llegó entre los grupos de Dietzen y Kelly) y Herrera continuaba escalando puestos, colocándose cuarto a 49 segundos.

Iñaki Gastón
Las dos etapas entre Pirineos y el sistema cantábrico sirvieron para que dos españoles se anotaran triunfos parciales, aunque de diversa forma. Gastón ganaba en un tradicional feudo de sprinters, Zaragoza, merced a un excepcional ataque en el último kilómetro de la etapa que desarboló la llegada masiva, mientras que el veterano Yañez ganaba en Pamplona gracias a un ataque lejano que fue consentido por el pelotón (aunque posteriormente le fue retirada la victoria por dar positivo).

Enrique Aja
Grupo agrupado subiendo Alto Campoo

Y llegó la montaña cántabra y los cielos se desplomaron sobre los corredores. Todo el buen tiempo que había hecho los días anteriores (incluidos Pirineos) desapareció de la noche a la mañana. En la etapa de Alto Campoo cayeron chuzos de punta, incluso nevó. Así pues, los ciclistas decidieron que no era un día para jugar a ser valientes y no hubo lucha en el durísimo puerto del Escudo. En la subida final, muy tendida, solo Arroyo quiso ser atrevido, pero la floja pendiente no permitía irse a nadie. Además, Blanco Villar se comportó como un escudero de lujo de Dietzen, con lo que todos los favoritos llegaron agrupados, por detrás del ganador de etapa, Aja, y de Nijboer. Enrique Aja daba al Teka un nuevo triunfo casero, así que la jornada era redonda para los hombres dirigidos por González Linares.

"Lucho" Herrera escalando los Lagos
Sin embargo, al día siguiente el escenario cambió por completo en los Lagos de Covadonga. "Lucho" Herrera realizó una exhibición, pues atacó a mitad de subida y nadie consiguió ni alcanzarle ni minimizar las pérdidas. Llegó a meta con 1:26 sobre el segundo, un Belda que estaba teniendo una excepcional actuación en la montaña de esta edición. Junto a Belda entró un Kelly que estuvo sobresaliente. Realizó una ascensión en progresión, dejando ir primero a los escaladores como Herrera, Belda y Vargas, permaneció junto al líder Dietzen (ayudado un día más por un enorme Blanco Villar), pero cuando vio que el ritmo de los Teka no era suficiente, tiró hacia adelante junto a un Arroyo que finalmente se desinfló, llegando hasta la altura de Belda y tirando de él en las zonas favorables, sin duda consciente de la amenaza que representaba Herrera.

Puesto que Dietzen se dejó casi dos minutos, el nuevo líder pasaba a ser el jefe de filas de Café de Colombia, aclamado por todo el mundo al finalizar la jornada como el mejor escalador del mundo. Nadie le había podido seguir y su ritmo había sido infinitamente superior al de los demás. En el capítulo de derrotados del día, además del alemán, se incluyen tanto Delgado (que se descolgó muy pronto y perdió todas sus opciones) como Gorospe (que sufrió un descalabro aún mayor debido a sus problemas físicos). Todo el mundo consideraba a Kelly como el indiscutible favorito. Por fin había conseguido realizar una gran actuación, nada menos que en el máximo exponente de la alta montaña española de los años ochenta, y tenía a todos sus rivales por detrás en la general, a excepción de un Herrera del que se esperaba un naufragio en la crono de Valladolid, próximo test importante de la carrera.  Dietzen estaba cerca del irlandés, pero había demostrado menos que Kelly tanto en crono como en montaña. Los siguientes en la general, Vargas y Belda, estaban ya muy lejos, y se esperaba que tras Valladolid lo estuvieran aún más.

Pero hasta Valladolid la Vuelta se introdujo en un periplo por tierras asturianas y gallegas que podían haber servido para desgastar al líder Herrera y a sus compatriotas colombianos (ya se veía claramente que el Postobon podía ser un apoyo del Café de Colombia en caso de que "Lucho" lo necesitara). En vez de eso, la Vuelta entró en una espiral de sopor y la lucha por la clasificación general sufrió un adormecimiento que amenazó con eliminar el interés por la carrera. Fueron seis etapa en las que no hubo lucha entre los grandes. Ni los Teka, que posiblemente contaban con el equipo más fuerte, ni los Kas, que estaban contentos con la situación, movieron con insistencia la carrera. En lugar de ello, propiciaron escapadas que permitían repartir los triunfos de etapa entre varios equipos y conformaban a los modestos. El único que parecía con rabia estos días era Fignon, que pese a haber sufrido en las etapas de montaña aún no estaba tan lejos en la general y aprovechó la etapa de Ferrol para unirse a una fuga postrera (con la etapa ya decidida entre los escapados del día) y rebañar un minuto a los favoritos. Además de este hecho, el francés empezó a luchar por las bonificaciones, por lo que en el pensamiento colectivo se daba por hecho que el parisino estaba recuperado de sus dolencias y que llegaba fuerte al final de la Vuelta. Un final en el que, habida cuenta de la falta de un liderazgo claro en las llegadas montañosas hasta la fecha (Grau Roig, Cerler, Alto Campoo y Lagos de Covadonga), todo podía pasar. Terreno había en los 4 días sucesivos que se encadenaban desde la crono de Valladolid, con la citada prueba en solitario, la etapa de la Sierra de Ávila y dos etapas por la Sierra de Madrid.

Jesús Blanco Villar
Pero llegó la contrarreloj y se mantuvo a grandes rasgos el "statu quo" de la carrera. Kelly no pudo ganar la etapa, que fue para un inmenso Blanco Villar, pero recuperó el liderato. Ésa fue la primera sorpresa del día, pero hubo más. Cuando todos esperaban la debacle de Herrera, el colombiano hizo una digna crono, perdiendo 1 minutos y 21 segundos con el irlandés y solo bajó al segundo puesto de la general. Tras pasar el terreno más desfavorable para él, se encontraba a 42 segundos del liderato. Dietzen se quedó unos segundos por detrás de él. Belda naufragaba y dejaba el puesto de mejor español en la general a Delgado, que estaba empatado con el colombiano Vargas en el cuarto puesto de la general, pero a un mundo de Kelly (3 minutos y 39 segundos). A falta de la ración montañosa con la que se despedía la Vuelta, solo Kelly, Herrera y Dietzen contaban con opciones reales de ganar si no se producía una situación insólita como la de la Vuelta 85. Kelly tenía a su favor el puñado de segundos de ventaja con el que contaba, y las buenas sensaciones que dio en los Lagos de Covadonga. Herrera había sido el mejor escalador de la carrera hasta el momento, y tenía que recortar menos de un minuto al irlandés en 3 etapas favorables para él. Dietzen tenía que recuperar terreno tanto a Herrera como a Kelly, pero también tenía cerca en la general a su compañero Blanco Villar, con lo que el Teka podía jugar con las tácticas de equipo. El perdedor del día era Fignon, ya que el parisino defraudó las expectativas que se tenían sobre él tras ver su forma los días anteriores, siendo 14º de la etapa, quedando 11º de la general a más de 5 minutos.

Kelly a punto de abandonar
Pero si ésta era la situación previa a la etapa más importante de esta edición de la carrera, la que concluía en el velódromo Adolfo Suarez de Ávila, todo saltó por los aires al inicio de esa jornada. En el kilómetro 14 se daba la noticia que se venía rumoreando en los círculos periodísticos más afines al equipo Kas (los medios de comunicación vascos) pero que nadie se atrevía a confirmar. El líder de la carrera, Sean Kelly, tenía un forúnculo del que había sido operado unos días antes y cuyos dolores le impedían continuar en la carrera. Nada menos que el maillot amarillo se retiraba, lo que dejaba la carrera sin el patrón que desde la salida en Benidorm era unánimemente considerado máximo favorito. "Lucho" pasaba a ser el lider virtual, con Dietzen a un puñado de segundos. El alemán vio la estrategia clara, y se dedicó a buscar todos los segundos de bonificación posibles en los sprints intermedios. Eso hizo que el líder Herrera tuviera que adoptar una actitud ofensiva. Y así fue como en el encadenado final (Pedro Bernardo, Serranillos y Navalmoral) la carrera entró en una espiral de emoción. En el primero de los 3 puertos atacó Lejarreta, único puntal del Caja Rural toda vez que su compañero Cabestany se había retirado unos kilómetros antes. Tras un cortísimo descenso se inició Serranillos, y el puerto abulense no defraudó. El escenario de la machada de Hinault en el 83 iba a ser de nuevo protagonista de momentos claves en esta Vuelta 1987.
Fignon entrando vencedor en Ávila
A un ataque de Fignon le dio rápida continuidad "Lucho" Herrera. La carrera ya estaba loca, y de ello se iba a aprovechar Herrera para cimentar el mayor éxito del ciclismo colombiano. El ritmo solo lo siguen un puñado de escogidos, entre los que están Vargas, Delgado, Portillo y Cubino. Alcanzan a los fugados Omar Hernández y Abadie. Un poco más adelante dan caza a Marino Lejarreta, convirtiéndose en cabeza de carrera. Los últimos metros de Serranillos se hacen terribles por el ritmo que imprime Omar Hernández, al que solo pueden seguir Herrera y Fignon, con Delgado y Lejarreta que cruzan la pancarta a unos segundos. Nada más coronar Fignon pone la directa y se marcha, mientras el resto del pelotón cabecero se reagrupa. Dietzen conjura momentáneamente el peligro que la escapada de Herrera había provocado. Pero no será por mucho tiempo. Navalmoral, un puerto de rampas tendidas, es donde Herrera, preocupado por la ventaja de Fignon y por la compañía de Dietzen, da la clase magistral con la que cerrar la Vuelta 1987.
Herrera entra en Ávila dando un mazazo a la general
Ataca y nadie es capaz de seguirlo. Tras coronar, se pone en persecución de Fignon y, aunque se dejará en meta más de un minuto con el parisino, también consigue otro minuto de ventaja sobre el grupo de los demás favoritos. En un final un tanto caótico (Fignon casi se mete al velódromo por la desviación de los vehículos, Herrera está a punto de ser atropellado por un coche al empezar la segunda vuelta al anillo), los dos hombres culminan una gran exhibición que les reporta importantes beneficios.
Los dos triunfadores del día
El francés consigue una victoria de mucho tronío y (autor de una espectacular remontada) se coloca tercero de la general. El "jardinerito de Fusagasugá" troca su maillot rojo de mejor escalador por el amarillo de líder de la general. Una clasificación que pasa a comandar con un minuto sobre Dietzen y más de 3 minutos sobre Fignon, Delgado y Vargas, que parece que se jugarán el tercer puesto del podio (un puesto que finalmente se llevaría el parisino).

Perico Delgado intentando un último ataque sobre Herrera
Aunque quedan dos etapas de montaña por la serranía madrileña, los grandes momentos de la Vuelta 87 ya han tenido lugar, con la culminación en Ávila. Al día siguiente el menú incluye 7 puertos hasta llegar a las Destilerías DYC, con el trío final Abantos, la Mina y Navacerrada. Los equipos colombianos (Ryalcao Postobon y Café de Colombia) bloquean la carrera y, pese a los ataques de Delgado, Cubino o Gastón en Navacerrada, es el colombiano de Postobon Omar Hernández el que corona el último puerto del día en cabeza y se impone en meta. Herrera tiene la situación controlada y, al día siguiente, última jornada montañosa de la carrera, tan solo se registra la gran victoria de Pacho Rodriguez, el colombiano de BH que endulza la jornada a su equipo, que recibía en el mismo día el golpe de la baja de Cubino, una de las revelaciones de esta edición. Era la cuarta victoria de etapa para el país sudamericano, a las que había que sumar la general de la montaña para Herrera y la clasificación por equipos para Ryalcao Postobon. Por supuesto, todo eso eran las guindas que coronaban la gran victoria en la general de Herrera, primera (y única hasta ahora) de un sudamericano en una Gran Vuelta. A "Lucho" le escoltaban entre los 10 primeros Oscar Vargas (5º), Henry Cardenas (9º) y Omar Hernández (10º). Todo un éxito que se refrendaría al día siguiente en el madrileño Paseo de la Castellana.
"Lucho" Herrera se corona vencedor en Madrid
Tras el enorme éxito que supuso para Colombia la Vuelta a España 1987, se pensaba que los conocidos como "escarabajos" habían llegado para dominar el ciclismo a partir de su superioridad en las cumbres. Herrera redondeó su gran año con un quinto puesto en el Tour de Francia, venciendo por segunda vez la general de la montaña. Para el año siguiente, después de ganar la Dauphiné Liberé, la prensa francesa daba a "Lucho" como el máximo favorito para la victoria en París, con la que se culminaría la ascensión del ciclismo colombiano a los cielos. Lo que se ignoraba en aquél momento es que dicha ascensión ya había tocado techo, y había sido un año antes, en aquella tarde de mayo en el Paseo de la Castellana de Madrid. Herrera solo pudo ser sexto en aquél Tour de 1988, y Colombia ya había empezado la cuesta abajo. Una cuesta abajo que, debido a que tenía una pendiente muy ligera, aún no se detectaba. Más aún debido a que Fabio Parra, el lugarteniente de Herrera, madurado y habiendo volado libre al equipo Kelme, mantenía los buenos resultados consiguiendo ser podio en el Tour 1988, disputando hasta el último metro la victoria de la Vuelta 1989 a Perico Delgado y consiguiendo mantenerse cuatro años seguidos entre los 5 primeros de la ronda española.

Fabio Parra
Pero "Lucho" ya no volvió a tener una oportunidad tan propicia como en aquella Vuelta 1987. Siguió manteniendo la magia, puesto que tanto en 1989 como en 1992, sus dos únicas participaciones en el Giro, consiguió triunfos de etapa, y en 1991 volvió a dejar su perfume de fino escalador en la Vuelta a España, venciendo a la campeón de nuevo en los Lagos de Covadonga. Pero a su ligero motor ya no le quedaba mucha más gasolina. Cuando tanto "Lucho" como Fabio Parra se retiraron a finales de 1992, los sucesores (los Mejía, Farfán, etc) no consiguieron mantener el nivel y la pendiente cuesta abajo de repente se hizo muy abrupta. Las montañas europeas, que durante la segunda mitad de los años ochenta habían sido dominadas por los colombianos, se quedaron sin ellos. Tan solo algún destello individual se mantuvo, pero el dominio se había acabado por completo. El ejercito colombiano se retiraba al otro lado del océano, tras haber estado a punto de derrumbar las murallas del vetusto ciclismo europeo, pero habiéndose quedado sin conseguirlo.

Ahora, más de 25 años después de aquellas batallas, parece que las nuevas generaciones de escarabajos llegan con muchas fuerzas. ¿Conseguirán superar lo que lograron sus antecesores? En los ochenta consiguieron dominar las montañas, se impusieron en muchas etapas, monopolizaron las clasificaciones de mejores escaladores, obtuvieron podio tanto en la Vuelta como en el Tour, pero solo ganaron una Grande de 3 semanas, la Vuelta 1987. La más alta cima, el maillot amarillo del Tour en Paris, aún no ha sido escalado. Solo el tiempo dirá si esta nueva generación conseguirá superar el último reto.