sábado, 7 de enero de 2012

Milano - Sanremo 1990: ¡Por fin, estoy curado!


Gianni Bugno acaba de tomar la última curva de la subida al Poggio de San Remo, la mítica ascensión situada en los kilómetros finales de la conocida como "Classicissima", el primer Monumento en orden cronológico de la temporada ciclista y, para los italianos, el considerado mundial de primavera. ¿La última curva de la subida? Bueno, para Gianni tal vez ésa sea la manera optimista de mirar la situación. La manera pesimista sería decir que es la primera curva de la bajada que lleva a San Remo, a la meta de la carrera en Vía Cavallotti, 4 kilómetros después, de los cuales solo el último es llano. Cualquier buen aficionado conoce en líneas generales la dificilísima bajada que se muestra a continuación. Cualquier ciclista que lleve unos años disputando la San Remo se conoce como la palma de la mano los "tornanti" (curvas de casi 180º) que dificultan el descenso. Y cualquiera que se llame Gianni Bugno sabe el calvario que ha tenido que pasar durante los últimos años al afrontar descensos complicados, todo desde aquella maldita caída en el Giro de 1988.

Menos de dos años antes Bugno, jovencísima promesa en ciernes del ciclismo italiano, apenas 24 años entonces, disputa el Giro con el equipo Atala. Pese a dejar destellos de su calidad, en la cuarta etapa debe abandonar la carrera víctima de una tremenda caída. Las consecuencias para Bugno, todo clase pero poseedor de una frágil moral, serán catastróficas. A partir de ese momento le coge pánico a los descensos. Pero sabe que un profesional no puede contar con ese handicap. Bugno, hijo del ciclismo moderno que se está empezando a fraguar en los ochenta, donde los médicos empiezan a ser casi más importantes que los directores de equipo, se pone en manos de psicólogos para que le ayuden a superarlo. Finalmente, será la música clásica la que le permitirá recuperar la confianza, volver a tener seguridad y afrontar los descensos con garantías.

Mientras tanto, la curva de su carrera sigue ascendiendo. Miembro de la bautizada como generación del 64, va dando pequeños pero seguros pasos que le llevarán, junto a sus compañeros de generación como Induráin o Breukink, a dominar los primeros noventa. El 89 es un buen año para él, gana los tres valles varesinos y una etapa en el Giro (además de ser segundo en el campeonato de Italia y undécimo en el Tour) y se prepara para dar el gran salto al estrellato en 1990. Para ello, nada como dar el primer aldabonazo de la temporada en una de las carreras más amadas por sus compatriotas, la Milan - San Remo. Pero Bugno, que transpira clase por todos los costados de su cuerpo, no se conforma con ganar. Quiere dar una lección, vencer a lo grande. Para ello, nada mejor que ganar atacando desde lejos. En una carrera que tiene su punto culminante en el Poggio (a 4 kilómetros de meta), que provoca una importante selección en la Cipressa (16 kilómetros más atras), él decide atacar aún antes. A 33 kilómetros de meta se marcha de la vigilancia del pelotón junto a Conzonieri. En la Cipressa suelta a su compañero de fuga. Su ataque es marca de la casa: tras pedirle un par de veces el relevo y no recibirlo, afronta el comienzo de la ascensión en cabeza y de repente se levanta, da un par de pedaladas con aparente sencillez que elevan el ritmo lo suficiente como para que se abra un ligero hueco de 1 metro. No hace falta más. Bugno vuelve a sentarse y sigue subiendo como si fuera un cicloturista, como si aquello no fuera con él y tuviera todo el tiempo del mundo para llegar a la meta. Sin embargo, su antiguo compañero de fuga y ahora rival ve como el lider del Chateau D´Ax se aleja irremediablemente. Y lo que es peor, sin despeinarse, sin aparente esfuerzo. Bugno será así siempre, tanto en sus grandes exhibiciones como en sus más famosas pájaras. Jamás se descompondrá, jamás hará grandes movimientos o gestos encima de la bicicleta que denoten agonía o sufrimiento. Ganará o perderá siempre como si acabara de salir con la bicicleta a comprar el pan a la vuelta de su casa. Sin duda, Bugno fue uno de los arquetipos de la "Clase", con mayúsculas, sobre los pedales.

Tras el descenso de la Cipressa, en los kilómetros que hay hasta el Poggio, le da tiempo a disfrutar de las preciosas vistas que a su izquierda se vislumbran del mar de la Liguria. La carretera corre pegada a la costa y es el último momento que Bugno tiene para disfrutar, puestos que inmediatamente se coge una desviación a la derecha y comienza la subida a la última dificultad orográfica de la jornada. Son poco más de 3 kilómetros, pero en este caso se cumple el dicho de que no son las balas las que matan, sino la velocidad a la que se disparan. Y en el caso del Poggio, no es la dureza la que castiga, sino la velocidad a la que se sube. Siempre a un ritmo endiablado. Una vez que el pelotón enfila la subida, todo el mundo sabe que lo que hay adelante es un sprint de 3 kilómetros y en subida. Bugno guarda fuerzas. Por detrás, un grupo con Golz, Argentin, Skibby, Colotti, Fondriest y Delion, la "creme" de la carrera, le persigue. A mitad de subida el alemán Rolf Golz sale del grupo con una velocidad endiablada. En poco rato, está a 10 segundos de Bugno. Pero la subida es corta, el italiano aprieta y consigue llegar a este punto, última curva, con unos 8 segundos de ventaja. Ante él, la gran oportunidad de conseguir una victoria que da lustre a la carrera de cualquier ciclista transalpino. Pero para ello tiene que arriesgar en el descenso, tiene que jugarsela y no pensar en las consecuencias de una caída, de otra caída.

Cuando 4 minutos después llega a la pancarta del último kilómetro, sabe que no solo ha ganado la carrera. El alemán está a 5 segundos y no hay terreno suficiente para que se los recorte. Sabe que además se ha curado definitivamente de su miedo a los descensos. No hay mejor prueba de ello que haber superado la bajada del Poggio. Al cruzar la meta, con tranquilidad y sin preocuparse de un Golz que hace un intento vano de llegar a su altura en los últimos metros, Bugno pone la primera piedra del trinfal edificio que construirá en este 1990. Además de la "Classicissima", se llevará el triunfo en el Giro con 3 etapas, la Wincanton Classic, la Clásica de San Sebastián, la etapa de Alpe D´Huez en el Tour, y la general de la Copa del Mundo, demostrando que es el mejor ciclista del año y posicionándose en un inmejorable lugar para ser el dominador mundial a partir del año siguiente, con su gran asalto al Tour. Por desgracia para Gianni, todos sabemos lo que pasó posteriormente, y como un mocetón de Villaba se interpuso en los planes de Bugno y frustró estas expectativas. A pesar de ello, las grandes victorias siguieron sumándose a su palmarés, como el bicampeonato del mundo y de Italia o el Tour de Flandes. Pero todas ellas habían empezado en una curva, la última curva de la subida al Poggio o primera de su descenso.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

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escuchen "RUMBA PEDALERA"

les gustara

gracias

Mandie dijo...

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Thanks!

Mandie Hayes
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