lunes, 10 de agosto de 2009

La travesía del desierto

21 de julio de 1985: Bernard Hinault sube al podio de los Campos Elíseos como ganador absoluto del Tour de Francia. El bretón, claro dominador de esa edición hasta que una caída en la llegada de Saint Ettienne le fractura la nariz, sufre a partir de ahí para mantener el maillot amarillo hasta Paris. Con solo dos días montañosos por delante, en los Pirinéos, tendrá que mostrar todo su pundonor para no perder su privilegiada posición ante su compañero Greg Lemond y su rival Stephen Roche. Dos anglosajones, algo poco habitual en esta carrera que tradicionalmente han dominado (por este orden) franceses, belgas e italianos. Toda una premonición de lo que se avecinaba.

El caso es que Hinault consiguío, tras muchas tensiones con Lemond, subirse a ese podio parisino en el que le acompaña la italiana María Canins como vencedora del Tour femenino, y promete que el año siguiente ayudará al americano, en compensación por haber corrido éste con el freno de mano puesto para no disputar el liderato a su compañero, pues ambos corrían en La Vie Claire. Promesa que 12 meses después se olvidaría de cumplir, propiciando un duelo interesantísimo y fraticida en 1986. Pero eso es otra historia, que merecerá ser contada en otro momento.

De momento, mientras Hinault desciende los escalones del podio, los franceses arremolinados alrededor no se pueden imaginar que están viendo al último compatriota ganador del Tour hasta la actualidad. En 2010 se cumplirán 25 años de sequía gala, y no se adivinan muchas posibilidades de que la racha se rompa a corto plazo. ¿De verdad se valora lo suficiente la tragedia? Repasando un poco la historia, se comprueba que los franceses han estado toda la vida acostumbrados a asociar el Tour a victorias locales, repartidas en bastante igualdad con éxitos foraneos. Éste es el resumen de victorias francesas desglosado por décadas:

00-10 --> 7
11-20 --> 1
21-30 --> 2
31-40 --> 5
41-50 --> 1
51-60 --> 5
61-70 --> 6
71-80 --> 4
81-90 --> 5
91-00 --> 0
00-09 --> 0

Como se ve, quitando 3 décadas (dos de ellas condicionadas por las Guerras Mundiales, que anularon varias ediciones del Tour), los franceses estaban acostumbrados a vencer el Tour habitualmente, a tener ídolos locales con los que apasionarse. De repente, todo cambia a partir de 1985. Para hacer más dolorosa la situación, se venía de ganar 8 de los últimos 9 Tours, con la excepción de 1980, donde se impuso Zoetemelk por el abandono del propio Hinault. Primero Thevenet, luego Hinault y posteriormente Fignon habían dejado muy alto el pabellón francés. Pero los sucesores no pudieron con el peso que se cargó en sus espaldas. Ni Jean François Bernard ni Charly Mottet ganaron nunca el Tour. Y pese a que Fignon estuvo cerca de completar su resurrección de 1989 con la victoria en los Campos Elíseos, 8 malditos segundos le separaron de ella. La generación de los 90, con Leblanc, Virenque y Jalabert, nunca tuvo opciones reales de ganar la prueba por etapas más importante del mundo. Y en el nuevo siglo solo Moreau ha sido un aspirante de cierto nivel, pero la realidad ha demostrado que estaba muy por debajo de sus ilustres predecesores. El balance de estos últimos 25 años es descorazonador para el ciclismo galo:

2009 --> Le Mevel 10º
2008 --> - (Casar 14º)
2007 --> - (Goubert 27º)
2006 --> Dessel 6º Moreau 7º
2005 --> - (Moreau 11º)
2004 --> - (Moreau 12º)
2003 --> Moreau 8º
2002 --> - (Moncutié 13º)
2001 --> François Simon 6º
2000 --> Moreau 4º Virenque 6º
1999 --> Virenque 8º
1998 --> Rinero 4º Robin 6º
1997 --> Virenque 2º
1996 --> Virenque 3º Leblanc 6º
1995 --> Jalabert 4º Virenque 9º
1994 --> Leblanc 4º Virenque 5º
1993 --> - (Dojwa 15º)
1992 --> Lino 5º
1991 --> Mottet 4º Leblanc 5º Fignon 6º Rué 10º
1990 --> - (Philipot 14º)
1989 --> Fignon 2º Mottet 6º
1988 --> Boyer 5º Roux 10º
1987 --> Bernard 3º Mottet 4º Fignon 7º
1986 --> Hinault 2º Pensec 6º Yvon Madiot 10º
1985 --> Hinault 1º

En esta lista se pueden observar los franceses clasificados entre los 10 primeros de la general, con su puesto. Los años en los que no se clasificó ninguno en esas posiciones, aparece entre paréntesis el primer francés con su puesto. ¡Qué lejos quedan aquellos años ochenta dorados! Los inicios de los noventa ya fueron duros, especialmente ese 1990 donde por primera vez ningún francés se metía entre los 10 primeros. Tras la recuperación de mediados de década, la siguiente ha sido un verdadero desierto, con infamias como 2007, donde el primer francés no estaba ni entre los 20 primeros, y 13 corredores españoles quedaban por delante de él. Un trago muy duro para el país que orgullosamente acoge la prueba.

Visto este duro encadenado de años, no queda menos que reconocerle al público francés el mérito de que sigan manteniendo el Tour en el sitio en el que se encuentra, sin haberle dado la espalda en ningún momento. Los franceses esperan pacientemente ese nuevo ídolo que en justicia ya corresponde que aparezca, al que puedan aplaudir rabiosamente desde lo más alto del podio parisino, y al paso de la caravana ciclista por todos los pueblos que cruza la carretera. Mientras tanto, se conforman con aplaudir a las estrellas extranjeras, y servir de anfitriones para que campeones de allende sus fronteras se disputen la primacía del trono de los vueltómanos que suele otorgar esta carrera.

Centrado en el ciclismo francés, este artículo no puede olvidar a esos otros grandes ciclismos que también están desde hace años escasos en lo más alto del podio del Tour: el italiano y el belga. En cuanto a los transalpinos, su situación (33 años llevaban sin ganar) se suavizó en 1998 cuando Pantani obró el milagro sobre el Galibier y se anotó su primer y único Tour. Además, en su descargo hay que reconocer que para ellos, el Giro es tan o más importante que la carrera francesa. Todos los grandes campeones italianos han sido conscientes de que el reconocimiento mundial lo da el Tour, pero el cariño de sus paisanos solo se gana con el Giro. Otro tanto se puede decir del ciclismo belga. Desde que un tal Eddy Merckx ganaba su quinto Tour en 1974, 35 Van Impe ganaba el Tour en 1976, 33 años llevan sin imponerse en la general de la carrera francesa. Al igual que en el caso italiano, es justo decir que allí es más valorado el "flandrien", especialista en las carreras del norte, que el vueltómano. Y de eso han estado sobrados en todos estos años de sequía.

La "mundialización" del ciclismo, que ideó Luis Puig y desarrolló su sucesor Hein Verbruggen, ha provocado que los países tradicionales en el mundo de la bicicleta vayan perdiendo su pujanza. El caso francés es el más sangrante, pues belgas e italianos siguen siendo fuertes en sus áreas de influencia. Pero la acceso al Tour de ciclistas exóticos, que bien se puede decir que empezó hace muchas décadas con los españoles que se esforzaban en destacar en las montañas y luego cedían minutadas en los llanos, para continuar con los anglosajones, posteriormente los sudamericanos (con monopolio casi exclusivo colombiano, eso sí) y los pertenecientes a los países del "Este", ha acabado desplazando a los franceses, reducidos ahora a simples comparsas, corredores batalladores pero no estrellas, en su propia carrera.

Así pues, la verdadera travesía del desierto, la auténtica, es la de los franceses. Valga este artículo como recordatorio y como homenaje a unos aficionados que se merecen ya que algún compatriota vuelva a dominar la carrera que nació suya y durante numerosas décadas les perteneció casi en exclusiva. El día que un francés suba las mismas escaleras que hace casi 25 años descendió Hinault, se habrá recuperado un buen trozo de la historia ciclista. Sin duda, es una deuda que el Tour tiene con su pasado.